Tuercen un caso civil para convertirlo en penal.
Por: Carol Zardetto
Un reciente fallo ha puesto nuevamente en evidencia al sistema de justicia: se trata del caso de Raúl Figueroa Sarti. Varias son las aristas oscuras de este caso de baja calaña. Para empezar, el caso sirve como ejemplo de una curiosa distorsión, bastante común: convertir en caso penal una acción de naturaleza eminentemente civil. En este caso, el reclamo de una indemnización por daños y perjuicios.
Si examinamos la cuestión, la acusación que se formula contra Raúl Figueroa no es una transgresión de naturaleza penal, sin embargo, el caso se tuerce para favorecer la extorsión. Lo más penoso es que ante estos casos “torcidos”, el Ministerio Público actúa con eficiencia y celeridad, empujando toda la acción punitiva del Estado en contra de un ciudadano respetuoso de la ley. En contraposición, ante los casos puramente criminales, enderezados contra elementos espurios de la sociedad, exhibe una lenidad vergonzosa y permite una galopante impunidad.
¿Cómo opera esta baja corrupción? Pues es simple. El caso se distorsiona en virtud de componendas entre individuos que construyen círculos de influencia que trabajan en las agencias fiscales y los juzgados. A partir de este compadrazgo, los casos se tratan no con el espíritu de aplicar la ley, sino para favorecer intereses particulares, aún cuando no exista una base jurídica o se pase encima de la justicia. Así, casos de naturaleza civil se transforman en causas criminales para presionar a ciudadanos que no han cometido ningún delito. El objetivo es obligarlos a transigir con demandas ilegales, injustas e ilegítimas. Lo penoso es que todo el sistema se pliega a una causa tan perversa como insignificante: permitir que aprovechados de poca monta logren salirse con la suya.
Sin embargo, no es esta penosa articulación lo más grave. Lo ridículo de la cuestión, lo inapropiado del proceder de las instituciones, lo mal formulado que está el fallo, podrían apuntar hacia otra cosa. ¿Se pretenderá con esta acción intervenir con la libertad de expresión? ¿Se pretenderá arrinconar a uno de los editores más serios del país para evitar que siga publicando libros inconvenientes o incómodos? ¿Será Raúl Figueroa Sarti non grato a los intereses de algún oscuro sector poderoso en nuestro país?
Raúl Figueroa es un ciudadano que, con determinación y mucha pasión, ha incidido positivamente en la construcción de esa Guatemala a la que todos aspiramos. No solamente ha establecido una editorial de primer rango, sino que también como presidente de la Gremial de Editores, marcó un camino a seguir para que tan importante industria evolucione en el país.
Debemos cerrar filas para que no se consuma la ignominia. Al final, el perjuicio no será sólo para Raúl, sino para todos los ciudadanos respetuosos de la ley, vulnerables ante estos esquemas.
Publicado en "El Periódico", 14 de agosto de 2009:http://elperiodico.com.gt/es/20090814/opinion/110396/
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