Caso ilustrativo No. 19
Masacres en la Aldea Chipiacul
I. ANTECEDENTES
Chipiacul es una
aldea del municipio de Patzún, en el departamento de Chimaltenango, ubicada a
unos 14 kilómetros al oeste de la cabecera municipal. Su población, compuesta
por minifundistas, pertenece a la etnia maya kaqchikel y en los años sesenta y
setenta emigraba cada cierto tiempo para trabajar por temporadas en las fincas
de la Costa Sur. Desde la década de los ochenta se dedicaba a la siembra de
maíz y al cultivo de verduras como la arveja y el bróculi.
A partir del
terremoto de 1976 se produce en Patzún un acelerado desarrollo de
organizaciones campesinas que postulan reivindicaciones agrarias, fenómeno que
en 1979 converge con la llegada de los primeros miembros del Ejército
Guerrillero de los Pobres (EGP) y del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT).
Esta convergencia se manifiesta en un discurso común: “Los pobres no tienen
casa y a los ricos les sobra tierra. Esa tierra es de los pobres y hay que
luchar por ello y organizarse. Debían [deben] armarse e ir a la Costa a
recuperar las tierras”.
A principios de
1982, en la cabecera municipal de Patzún se establece un destacamento militar
y, en el mismo período el Ejército organiza las Patrullas de Autodefensa Civil
(PAC) del municipio. Sin embargo, la situación de inseguridad, que ya era
delicada debido a la presencia guerrillera, lejos de disminuir se acrecienta y
en el curso de 1982 desaparecen de Chipiacul más de diez personas, varones en
concreto.
Años
después, un segundo destacamento se instaló en la aldea Chuchucá, cercana a Chipiacul.
II. LOS HECHOS
Masacre del 25 de abril de 1982
La
mañana del domingo 25 de abril de 1982, dos integrantes del PGT fueron
capturados en la cabecera municipal de Patzún por efectivos del Ejército.
Ese mismo día,
cuando ya había oscurecido, una treintena de soldados procedentes de Patzún se
dirigieron en convoy hacia la aldea Chuchucá. Dejaron allí los camiones, para
hacer el resto del camino a pie en dirección a Chipiacul. Iban vestidos de
civil, pero la gente los reconoció sin dificultad: “Nunca la guerrilla vino
a reunir a la gente de esa forma y nunca armados. [los soldados] usaron
Galil y granadas. La guerrilla nunca viene en el camino principal sino por
vereda”. Una misión de
los soldados era encontrar a Adrián Yaquí Yos, responsable de la célula del PGT
en dicha comunidad, cuya casa se encontraba junto al salón comunal.
En el camino, los
efectivos abrieron fuego y dieron muerte a dos jóvenes de la aldea Xeatzán
Bajo, Olivio Jocholá Xinico y Basilio Ejcalón Yaquí, de 19 y 18 años de edad, respectivamente.
Sus cuerpos fueron hallados más tarde: “Ambos boca abajo, atados de las
manos hacia atrás, a tres metros de distancia uno del otro; … presentan
múltiples perforaciones de bala en diferentes partes del cuerpo de calibre
ignorado”.
Los soldados
llegaron a la aldea Chipiacul hacia las ocho y media de la noche, cuando la
Patrulla de Autodefensa Civil, reunida en el salón comunal, se disponía a
iniciar su turno de vigilancia. De inmediato, se dirigieron a una casa
colindante con el salón, en cuyo interior dieron muerte a Nicolás Chanay
Mercar, dejando su cadáver “en el suelo y al pie de la cama”.
Se dirigieron luego
a la casa de la suegra de Adrián Yaquí, donde éste vivía, y dieron muerte a su
compañera, Herlinda Xinico: “[Llegaron] a la casa de la señora Juana Xinico,
en donde sobre una cama de metal se encuen tra el cadáver de sexo femenino y
que corresponde a la señorita Herlinda Xini-co, de 17 años de edad,
encontrándose boca arriba, presentando perforaciones de bala en la cabeza y en
otras partes del cuerpo, apreciándose que en la cama y piso de la habitación
existen cenizas de objetos quemados”.
Finalmente, los
efectivos militares y Adrián Yaquí se encontraron en la calle, cerca del salón
comunal. De inmediato se produce un tiroteo y Yaquí fallece. Martín Xinico,
miembro del PGT, oye los disparos y se dirige al salón comunal para ver qué
está pasando. Nicolás Baján Tun, integrante del mismo partido, acude asimismo:
para saber qué ocurre, presumiendo que Adrián Yaquí andaba “bolo” y
disparando al aire. Ambos militantes del PGT, inermes, son abatidos a tiros por
los soldados.
Los
soldados, sospechando que los patrulleros, reunidos aún en el salón en lugar de
estar patrullando, podrían ser solidarios con la guerrilla, se dirigieron al
recinto, abrieron fuego y dieron muerte a trece de ellos; después quemaron sus
cadáveres, junto a los de Adrián Yaquí y sus dos amigos.
La operación no duró
más de media hora: “Como a los 15 o 20 minutos oyeron nuevamente el ruido de
gente que caminaba, se asomaron y vieron a los soldados que salían de la aldea
en dirección a Patzún en dos filas”.
Los vecinos del
lugar pudieron identificar a un grupo de hombres que acompañaron y apoyaron a
los soldados, entre los cuales se encontraba el alcalde municipal y juez de paz
de Patzún, Filiberto Osorio: “Dos mujeres adultas reconocieron al alcalde
municipal de Patzún como uno de los delatores, quien iba con los soldados.
Tenía puesta una capucha y no se le reconocía físicamente; ellas lo
reconocieron por su voz”.
A la mañana
siguiente el aspecto del salón era pavoroso: “Estaba toda la gente muerta
echando humo todavía. Algunos de los hombres estaban quemados sólo a la mitad
del cuerpo, otros ya estaban carbonizados totalmente, otros hinchados, algunos
cuerpos se quedaron abrazados …. También había sangre en las ventanas y algunos
hombres murieron unos sobre otros. Las paredes y puertas del salón estaban
ahumadas. El olor a carne quemada duró varios meses”.
A
las ocho de la mañana del 26 de abril efectivos del Ejército hicieron nuevo
acto de presencia en Chipiacul, pero esta vez uniformados, para obligar a
reunirse a los hombres y mujeres en el mismo salón comunal donde permanecían
los cadáveres de los patrulleros: “…Los regañan con palabras fuertes, los
amenazan con ejecutarlos igual que sus compañeros si apoyan a la guerrilla”.
“Les dicen que mataron a los hombres porque estaban metidos en
babosadas y que para que no les pasara lo mismo no deberían apoyar a la
guerrilla. Todo el día los tuvieron reunidos y no permitieron que enterraran a
los muertos”.
Finalmente, y luego
que el alcalde y juez de paz, Filiberto Osorio, llegara esa misma mañana y
levantara el acta de defunción, los cadáveres fueron sepultados apresuradamente
en el cementerio local.
En total, el 25 de
abril murieron 19 hombres y una mujer, todos indígenas y campesinos, de los
cuales dos eran menores de edad.
Masacre del 28 de julio de 1982
En los meses que
siguieron a la primera masacre, no hubo mayor sobresalto, hasta que en julio de
1982, en la cercana aldea de Chuinimachicaj se produce un enfrentamiento entre
el Ejército y el EGP. Varios integrantes de ese grupo guerrillero son capturados
por los militares, uno de los cuales, en concreto una mujer, es obligada a
reconocer y señalar a varios hombres de Chipiacul supuestos partidarios de la
guerrilla.
El miércoles 28 de
julio de 1982, a las cinco y media de la mañana, procedentes de Patzún, los
soldados llegan en camiones a la aldea Chipiacul, rodean la comunidad y
convocan a toda la población a una reunión en el salón comunal. En ese momento,
ya habían capturado a cuatro hombres que encontraron en el camino.
En torno a las seis
de la mañana los militares, que tienen reunida a toda la población, separan
hombres de mujeres y niños. Posteriormente llegan los maestros a la aldea, pero
les mandan regresar a sus comunidades, porque ese día no habría clases.
Entonces, luego de formar a los hombres, la mujer prisionera, de la vecina
aldea de Xejolón, es obligada a señalar a algunos de ellos: “Envuelta en una
capa y con su huipil enrollado y medio escondido en la cadera”, pese a lo cual fue reconocida por
algunos lugareños.
En total, fueron
señalados once varones y una mujer. Del conjunto de los 16 detenidos, dos
hombres fueron liberados ese mismo día.
Los 14 prisioneros
restantes fueron llevados por los soldados detrás del oratorio, donde los
encapucharon. Allí durante unas dos horas: “Les amarraron el cuello con
lazos … se pararon encima de ellos [en su estómago] y les sacaron los
dientes a culatazos”. “Les
quebraron las piernas, quemaron las lenguas … les colgaron”.
Mientras esto
ocurría, el resto de la población permaneció en el salón comunal hasta que,
hacia al mediodía, los militares permitieron que la gente regresara a sus
casas.
Las tropas
abandonaron la comunidad llevando a los 14 detenidos para dirigirse a la aldea
Xejolón. En esta aldea todos los prisioneros —excepto la mujer de Chipiacul,
que finalmente fue puesta en libertad— son asesinados, degollados algunos y
fusilados otros.
Por otra parte,
antes que los soldados abandonaron Xejolón, aparece a 150 metros del templo
católico el cuerpo decapitado de Daniel Cocón Xinico, de 30 años de edad, quien
había desaparecido del lugar seis días antes.
Un lugareño de
Xelojón fue obligado a cavar una fosa para enterrar los 13 cadáveres. Después
de realizar su labor, fue ejecutado también por los soldados.
Dos o tres días
después, el grupo de militares regresó a Xejolón para desenterrar los restos y
volver a enterrarlos; pero ahora en un bosque cercano a la aldea Cojobal
(Patzún), a unos 18 kilómetros de Chipiacul. Durante esta operación los
soldados bloquearon el camino en ambas direcciones.
Pero
la inhumación había sido tan deficiente que el alcalde auxiliar de Cojobal de
aquel entonces, quien pasó al cabo de unos días por el bosque, observó lo
siguiente, según consta en el expediente judicial:
“…Y en el lugar denominado La Loma del Turco, de la aldea El
Cojobal, salieron dos perros peleándose por unos pedazos de tripa y él con la
curiosidad y pensando que se trataba de algún animal fue a buscar y como a unos
20 metros dentro de dichos terrenos, se encontró, semienterrado, el cadáver de
un hombre, ya todo comido por los animales, que él se dio cuenta que era un
hombre por los pantalones que tenía puestos ya todos rotos…”
En
el mismo expediente se continúa relatando cómo, a partir de este encuentro de
el alcalde auxiliar con los cadáveres, se produjo una nueva exhumación de las
víctimas:
“En un área de dos metros de largo por uno de ancho se observaba
la tierra picada y semienterrado se ve el cuerpo de un hombre con el estómago
completamente destrozado, procediéndose a desenterrarlo; al sacar al primero se
siguió cavando y se encontraron diez cadáveres más en dicha tumba, los que se
presumen tiene unos 8 o 10 días de haber sido sepultados”.
Por
ser originario de Chipiacul, el alcalde auxiliar reconoció a algunas de las
víctimas. El nuevo entierro, en el mismo lugar donde fueron encontrados los
cadáveres, fue autorizado por el alcalde municipal y juez de paz, Filiberto
Osorio, bajo la condición de guardar silencio sobre los acontecimientos. Los hombres de la aldea Cojobal
sepultaron los once cadáveres que encontraron y el alcalde auxiliar levantó el
acta correspondiente. De los otros dos cadáveres se pierden las noticias.
En
esta segunda masacre murieron 15 hombres indígenas, de los cuales uno era menor
de edad. La mujer, que fue obligada a presenciar las torturas y la ejecución,
quedó profundamente traumatizada. De
la mujer utilizada como delatora, nunca más llegó a saberse.
III. DESPUÉS
Transcurrido un mes
desde la segunda masacre el alcalde y juez de paz de Patzún, Filiberto Osorio,
es asesinado, “Lo mataron a las ocho menos cuarto de la mañana del 31 de
agosto de 1982. El atentado se atribuyó a la guerrilla, pero no se sabe a
ciencia cierta qué grupo fue”.
En el Juzgado de
Primera Instancia Penal de Chimaltenango se hallan un expediente sobre la
masacre del 25 de abril de 1982 y dos sobre la segunda masacre. Los documentos
sólo contienen denuncias de las partes ofendidas, en particular las esposas de
los primeros cuatro hombres hechos prisioneros el 28 de julio, quienes, a seis
días de los hechos, interpusieron las denuncias, señalando “que hasta la
presente fecha no han regresado”. En
la práctica, no hubo investigación judicial.
Los
familiares de las víctimas solicitaron a la Oficina de los Derechos Humanos del
Arzobispado de Guatemala (ODHAG) gestionar la exhumación de los cadáveres. Esta
fue practicada entre el 25 y el 28 de mayo de 1998 por los antropólogos
forenses de dicha organización. En la oportunidad, se logró desenterrar once
osamentas humanas, identificadas como víctimas de la masacre del 28 de julio de
1982. Los restos de estas personas fueron sepultados el 22 de agosto de 1998.
IV. CONCLUSIONES
La CEH ha llegado a
la convicción de que las treinta y cinco personas indefensas, tres de ellas
menores de edad, muertas en Chipiacul el 25 de abril y el 28 de julio de 1982,
fueron ejecutadas por efectivos del Ejército de Guatemala, constituyendo su
muerte una violación de derechos humanos de responsabilidad de agentes estatales.
Del
mismo modo, la CEH llegó a la convicción de que catorce personas capturadas en
Chipiacul el 28 de julio de 1982 sufrieron gravísimas violaciones de su derecho
a la integridad personal, cometidas por los mismos agentes del Estado.
La alevosía de estos
actos de tortura, que constituyeron el antecedente inmediato de la muerte de
las víctimas, no tiene parangón ni siquiera con aquella violencia que,
legítimamente, se puede utilizar contra un enemigo armado en combate.
La colaboración que
algunas de las víctimas pudieron haber prestado a la guerrilla no otorga
justificación alguna, jurídica o ética, a estos crímenes.
Por otra parte, la
CEH considera que estos casos, en particular el ocurrido el 28 de julio de
1982, son ilustrativos de varias masacres sufridas por poblaciones de aldeas de
Chimaltenango y el resto del Altiplano central a fines de 1981 y durante todo
el año de 1982, que se caracterizaron por una modalidad de preparación que
incluía la selección previa de las víctimas y la utilización de delatores.
La ejecución de
miembros de las patrullas de autodefensa civil, que causó un especial impacto
en la población debido al significado desconcertante de la actuación de
efectivos del Ejército contra sus propias bases de apoyo, ilustra la debilidad,
en algunas áreas, de la adhesión de los patrulleros hacia el Ejército y el
doble rol de actor y víctima que muchos de ellos jugaron en el enfrentamiento
armado interno.
Finalmente, el caso
es ilustrativo de la denegación de justicia configurada por la total inacción
del sistema de justicia, pese a las denuncias interpuestas por los familiares
de las víctimas.
LISTADO DE LAS
VÍCTIMAS
Ejecución arbitraria
Adrián Yaqui Yos
Herlinda Xinico
Alberto Aju Sicajan
Martín Xinico Muxtay
Alberto Cocon Chuc
Nicolás Bajan Tum
Balbino Chuc Aju
Nicolás Chonay Mercar
Basilio Ejcalon Yaqui
Olivio Jochola Xinico
Bernardo Xinico Saquec
Pedro Marcelino Yaqui Yos
Carlos Enrique Aju Cumes
Ricardo Aju Sicajan
Daniel Yaqui Yos
Sabino Aju Sipac
Francisco Aju Teleguario
Teodoro Xinico Coy
Francisco Chonay Batzibal
Ventura Xinico Muxtay
Ejecución arbitraria, tortura, privación de libertad
Alejandro Coy Suquen
Flavio Xinico Xinico
Daniel Cocon Xinico
Hilario Coyote Xinico
Domingo Tum Teleguario
Inocente Xinico Yos
Domingo Yaqui Cuy
Joaquín Aju Sicajan
Joaquín Tum
Marcelo Tum
Teleguario
José Tereso Tum
Margarito Coy
González
Manuel de Jesús Batz
Ejcalon
Víctor Xinico Ajpop
Privación de libertad, torturas
Lubia Saguach Aju
Víctimas colectivas/desconocidas: 14
Fuente: CEH, Guatemala memoria del silencio.