Caso ilustrativo No. 107
La masacre de la comunidad de Acul
“Empezamos salir de aquí, fue por el miedo de la masacres que hicieron. Porque la primera vez que vino [el Ejército] pues, empezaron a matar algunas personas … Nosotros tuvimos que salir a refugiarnos un poquito, algo retirado para que el Ejército no nos encontrara. Y cuando ellos vinieron, vinieron a hacer esas matanzas … [y] dejaron dicho a los señores ancianitos de que ‘va a llegar un momento en que tengamos que venir aquí porque todo la aldea de Acul es guerrillera y por esa razón es de que los vamos a acabar a todos”.
I. ANTECEDENTES
La aldea de Acul se encuentra a una distancia aproximada de siete kilómetros de la cabecera municipal de Nebaj, situada en un valle pronunciado y fértil, en el departamento de Quiché. A principios de los años ochenta unas 250 familias de origen maya ixil constituían la población de Acul.
Hasta finales de los años setenta los habitantes de la comunidad se dedicaban con preferencia al cuidado de sus cultivos y animales de corral, necesarios para sobrevivir a diario.
La comunidad de Acul gozaba de un aceptable índice de vida, debido en gran parte a la riqueza y fertilidad de la tierra de esa región: “En nuestras casas vivíamos así individuales, teníamos nuestros terrenos, bien bonito vivíamos, nuestros animales, en donde quiera estábamos”.
El Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) por primera vez se presentó en Acul en 1979 y, desde su llegada, enfocó sus esfuerzos en lograr la aceptación y el reconocimiento del campesinado ixil, así como su integración en las estructuras de la guerrilla. El fin era construir una amplia base social que permitiera impulsar su estrategia. De esta forma, se iniciaron los primeros contactos entre la población y la guerrilla, en ese momento aún muy selectivos: “La guerrilla entró y entonces … nos organizó, pero no éramos todos nosotros los que aceptamos todo esto, sino que son unas personas, nada más, que querían apoyar, pero no todos”.
Asimismo, el acercamiento de la insurgencia con la comunidad iba acompañado de una labor de ideologización y propaganda: “Es necesario que nosotros nos organicemos’, dice la guerrilla … Nos fuimos a reunir allá arriba … teníamos un principio de que él nos pedía nuestros derechos que nos han violado. Nunca nos han respetado los ricos nuestros derechos, nos han tenido de esclavos, pero ahora debemos organizarnos bien … Cada dos días hay reunión con la guerrilla, cada dos días … entró la guerrilla”.
Además de los encuentros, la realización por la guerrilla de actos simbólicos, como la colocación de banderas en los caminos, determinaba que la presencia del EGP en Acul fuera evidente para el Ejército.
Por otro lado, a principios de los ochenta, tanto en Acul como en otros lugares del área ixil se experimentó una proliferación de sectas religiosas fundamentalistas. Esto condujo a la atomización de las comunidades religiosas de la aldea y dividió a la población en dos segmentos religiosos encontrados. Muchas personas que no aceptaron involucrarse con la guerrilla se adscribieron a las sectas religiosas fundamentalistas: “Lo que nos predican es que si nosotros seguimos a Dios, pues a otra cosa no debemos seguir, o sea que a un solo camino debemos estar … no nos íbamos a la reunión con la guerrilla”.
En Acul tuvieron lugar hechos violentos, a consecuencia de la lucha entre la guerrilla y el Ejército. Los declarantes de la comunidad ponen especial énfasis en la llegada en octubre de 1981 del Ejército a Acul, para perpetrar una primera masacre contra la población, a raíz de la aparición de rótulos de la guerrilla en los paredones y las casas de la aldea.
A partir de esa masacre se incrementó la desconfianza que los vecinos de Acul sentían por el Ejército: algunos de ellos optaron por quedarse en la aldea, tal y como lo habían ordenado los militares, mientras que otros decidieron refugiarse cuando estos llegaran de nuevo.
II. LOS HECHOS
El 22 de abril de 1982, hacia las seis de la mañana, un número aproximado de setenta efectivos del Ejército, procedentes del destacamento de Nebaj, llegaron a la comunidad de Acul. Los soldados iban acompañados por alrededor de 70 miembros de las Patrullas de Autodefensa Civil (PAC) de la misma cabecera municipal, quienes eran dirigidos por sus comandantes. Esa mañana les acompañaba también un hombre encapuchado que con anterioridad había ido a delatar a las personas que colaboraban con la guerrilla. Aunque tenía la cara cubierta, la población de Acul identificó al sujeto encapuchado, quien era un hombre de origen ixil de la comunidad vecina de Xexuxcab, Nebaj. Antes de entrar en la comunidad, los soldados cercaron Acul para controlar todas las vías de acceso.
Como todas las madrugadas, los pobladores de Acul se dirigían a trabajar la milpa, sin sospechar lo que les esperaba. Tan pronto toparon con el cerco militar fueron apresados: “Ya estaba rodeado de soldados. Ninguno está ya pasando, y agarre, pasando y agarre … ninguno ya está saliendo a trabajar … juntando, juntando, juntando”. Sin embargo, se calcula que unos 150 hombres lograron escapar y ocultarse en Batzbonoj, en las montañas al noroeste de la comunidad.
Durante varias horas, alrededor de 50 personas fueron detenidas por los soldados en las afueras de la comunidad. Al mismo tiempo, algunos efectivos del Ejército y de las PAC llegaron al centro de la comunidad, revisaron casa por casa y detuvieron a todos los hombres que encontraron en el curso de la operación, jóvenes y ancianos. Los jóvenes fueron encerrados en el templo católico y los ancianos en una casa junto a la escuela.
En el transcurso de la mañana los soldados y los patrulleros ejecutaron a cinco de los hombres capturados en distintos puntos del cerco militar. Luego, hacia las once de la mañana, ordenaron que los demás detenidos bajasen al centro de Acul para cavar una fosa en el cementerio, pero antes los llevaron con los otros detenidos que permanecían encerrados en la iglesia católica.
Allí los soldados los hostigaban y los acusaban en castellano, con algunas intervenciones de los patrulleros que traducían al ixil: “Son guerrilleros, todos [ustedes] son parejo”.
Más tarde hicieron salir a los prisioneros de la iglesia. El delator se había situado a la entrada y empezó a señalar a los prisioneros conforme los veía: “sólo con la cabeza se movía, señalando a la gente … el que era culpable, digamos, por ser guerrillero, le llamaban al infierno y otro al cielo, o sea que dos cosas tenía nombradas, nada más. Uno, ‘esto al cielo’, decía, y otro que salía ‘ah, esto es para el infierno’, decía; y así tenía a la gente de saber, uno por uno”. De esta forma 18 personas fueron señaladas como colaboradoras de la guerrilla. Los otros jóvenes fueron separados de ese grupo y concentrados en la escuela de la comunidad.
De los 18 señalados, los soldados apartaron a un joven predicador ixil, Domingo Cedillo López, y lo amarraron a un ciprés que aún hoy permanece frente a la iglesia. Delante de un gran número de pobladores Domingo fue atado al árbol de pies y manos y acusado de pertenecer a la guerrilla. Una vez sujeto, los soldados realizaron un simulacro de ejecución, disparando varias veces alrededor del joven, pero sin herirle. “Después le dispararon en su frente y de una vez se sacó su cabeza. Su cerebro se fue en el suelo. Sólo fueron a recoger su cerebro, y lo amontonaron”. Su cadáver estuvo expuesto algunas horas ante la comunidad. El cuerpo fue recuperado por sus familiares, para darle sepultura en el cementerio de la localidad.
Luego, los ancianos y un grupo de jóvenes más “ya estamos escarbando el hoyo … nosotros no estábamos pensando si vamos a quedar vivos, nada. Estamos asustados, ya no tenemos más fuerza … Se quedó la gente con miedo”.
Los soldados y los patrulleros civiles amarraron a los 17 hombres restantes, poniéndoles sus manos detrás de las espaldas, y “los obligaron a ponerse sobre el piso, boca abajo. Los soldados los golpearon y patearon. Después los cubrieron con tierra y hojas”. Los soldados, entonces, llevaron a la iglesia a los jóvenes que habían sido concentrados en la escuela y “les ordenaron correr y saltar sobre el estrato de tierra y hojas [que cubrían los cuerpos de otras personas]”. Un testigo recuerda que, “…con hojas sobre ellos, no se miraba que había gente abajo, y los soldados nos mandaban a saltar, brincar y correr adentro. Tuvimos que hacer lo que decía el Ejército porque estamos amenazados de muerte y estamos golpeados y torturados…”
Más tarde, los soldados y patrulleros civiles hicieron subir a los 17 prisioneros a una cuesta de medio kilómetro que separaba la aldea de Acul del cementerio de la comunidad. En ese punto, algunos de los prisioneros fueron puestos en fila frente a la fosa abierta y, en presencia de sus familiares, fueron ejecutados a balazos. Al recibir el impacto de los proyectiles, los hombres caían dentro de la fosa. Si las víctimas no morían por los disparos, los soldados los remataban con sus cuchillos: “Sí … está vivo uno, ahí [en el cuello y la nuca] meten el cuchillo; y ahí se muere pronto”. A otros los soldados los empujaron a la fosa y, una vez ahí, los acribillaron.
Concluida la masacre, los militares ordenaron que varios de los ancianos fueran a buscar los cuerpos de los cinco hombres que habían sido asesinados en las entradas de la comunidad, y los enterraron en una fosa cercana a la que habían cavado para los restantes ejecutados.
Al mediodía los 23 cadáveres estaban sepultados y los soldados ya habían arrasado varias casas. Reunieron entonces a los sobrevivientes de Acul y les advirtieron que esa noche habría soldados presentes en la comunidad. Al día siguiente los hombres que habían sido concentrados frente a la iglesia católica tuvieron que presentarse en el destacamento militar de Nebaj. La población recibió dos advertencias finales del Ejército: “Ustedes van a patrullar o no van a patrullar’, nos dijo así con voz terrible, que nos asustó. ‘Si ustedes no van a patrullar así les vamos a hacer como hicimos a estos guerrilleros”. Además, “dejaron dicho a los señores ancianitos de que va a llegar un momento en que tengamos que venir aquí porque toda la aldea de Acul es guerrillera y por esa razón es de que los vamos a acabar a todos”.
El responsable de la masacre de Acul, que por mandato de las Partes la CEH no puede individualizar, reconoció su intervención en la masacre de Acul, así como su propósito de perpetuar la violencia en contra de la población civil del área ixil. “…Mire … allá en Acul, ayer se mató un montón, digo, ayer los maté … si hay necesidad acabaré con medio pueblo para que venga la paz a Nebaj…”
III. DESPUÉS DE LOS HECHOS
Cuando se retiraron los soldados y los patrulleros civiles, los habitantes de la comunidad decidieron marchar a la montaña. “Entonces así fue pues, de que cuando nosotros comenzamos salir y empezamos a escondernos, y agarramos nuestras maletas y nos fuimos pues, solamente nuestra chamarra y un poquito de comida, y como teníamos también escondido el maíz, por la noche veníamos a traer nuestro maíz, así a escondidas en nuestros lugares donde nosotros lo teníamos. Y así fueron los sufrimientos grandes y por esa razón es de que hemos sufrido mucho y así fue la salida. Y también la guerrilla pues decía que eran bien fuertes porque tenían que combatir con el Ejército, decían: ‘Bueno, mejor sálganse ustedes de sus casas y vamos a ir a hablar con ellos y a ver quien gana’, decían ellos, porque se sentían muy fuertes”.
Dos semanas después de la masacre el Ejército quemó las casas y la siembra. “…Primero estábamos en nuestras casas en el día, dormimos en la montaña en la noche. Después el Ejército quemó todo, entonces nos quedamos en la montaña. No teníamos más a donde ir…” Por tal motivo, los sobrevivientes vivieron en las montañas huyendo del terror del Ejército y sufrieron penurias extremas causadas por los elementos naturales. Carecían de protección, estaban sin comida y eran objeto de constantes ataques y bombardeos del Ejército. Como consecuencia de lo anterior, casi un tercio de sobrevivientes de la masacre de Acul murió en las montañas.
En 1983 la comunidad de Acul se convirtió en una “aldea modelo” “…Fue inaugurada en el mes de diciembre de 1983, convirtiéndose así en la primera aldea modelo del polo de desarrollo proyectado por el Ejército en el [área] Ixil. Los residentes provienen principalmente de las comunidades originales de Acul y Chuatuj y de otros 12 caseríos que estaban ligados a estas poblaciones”. Del mismo modo “Acul fue la primera aldea modelo construida y ha recibido la mayor atención nacional e internacional”.
No fue hasta el 4 de diciembre de 1997 que los familiares de las víctimas y testigos de la masacre presentaron la denuncia correspondiente. “Acudieron [los familiares] a la fiscal distrital del Ministerio Público de Nebaj, para denunciar por primera vez lo ocurrido en Acul y solicitar la investigación del caso, incluyendo la investigación antropológico forense. Los denunciantes fueron acompañados por el procurador auxiliar de los Derechos Humanos de Nebaj, licenciado Ricardo Rodríguez. Se constituyeron como querellantes adhesivos representantes de las organizaciones indígenas locales Defensoría Maya y Comité de Desarraigados”.
El mismo día, el Ministerio Público de Nebaj abrió un caso referente a esta masacre, con el número 888/97.
Del 9 de diciembre de 1997 al 17 de abril de 1998 la Fundación de Antropología Forense de Guatemala realizó en el cementerio de Acul las exhumaciones solicitadas. Como fruto de tales exhumaciones, quedó confirmada la existencia de dos fosas: una con 18 y otra con cinco víctimas. De acuerdo con los estudios de las osamentas realizados, el “análisis del cráneo, incluyendo el examen de placas de rayos X, ha revelado que de las veintitrés osamentas, veintidós (96%) presentan evidencia de herida de proyectil de arma de fuego”. Por lo tanto, se confirmó que la muerte de 22 de las 23 víctimas fue provocada por heridas de arma de fuego de alta velocidad (HPAF) y que “las municiones utilizadas fueron de 5.56 x 45 milímetros, las cuales son aceptadas por fusiles de asalto”.
Después de la exhumación, el proceso judicial iniciado no aportó nuevos elementos a la investigación.
IV. CONCLUSIONES
La CEH, estudiados los antecedentes del caso, llegó a la convicción de que oficiales y soldados del Ejército de Guatemala y miembros de las Patrullas de Autodefensa Civil ejecutaron a 25 pobladores inermes de la aldea Acul, entre ellos dos niños, generando el hecho la responsabilidad del Estado por esta grave violación al derecho a la vida.
La colaboración que la población pudo haber brindado a la guerrilla no otorga justificación alguna, de tipo jurídico o ético, al crimen.
La CEH considera asimismo que los militares y patrulleros responsables de la masacre actuaron con extrema alevosía, obligando a la población civil a presenciar y participar en actos de violencia en contra de su propia comunidad y sus mismos familiares.
La actuación del Ejército provocó un indeleble impacto en la comunidad y enfrentó a sus habitantes, provocando que durante años el miedo por la represión constante sea parte de la vida cotidiana de los pobladores.
La CEH considera que el presente caso es ilustrativo de la aplicación de la política de “tierra arrasada” en el área Ixil por parte de las Fuerzas Armadas del Estado, concebida para el aniquilamiento de todas las poblaciones consideradas afines a la guerrilla, la destrucción de todos sus cultivos y bienes, provocando el exterminio casi total de comunidades indefensas. Esta convicción encuentra su confirmación en un informe de la CIA que afirma textualmente: “A mediados de febrero de 1982 el Ejército de Guatemala reforzó su fuerza existente en la parte central del Departamento de Quiché y lanzó una operación para barrer el triángulo Ixil. Los oficiales de mando de las unidades involucradas han sido instruidos para destruir todos los pueblos y aldeas que cooperan con el Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) y eliminar todas fuentes de resistencia”. La masividad y reiteración de actos como el estudiado en contra de la población de origen Ixil le dan al mismo características genocidas.
LISTADO DE LAS VÍCTIMAS
Ejecución arbitraria
Andrés Brito
Andrés Brito
Andrés Brito de León
Antonio Brito
Antonio Cobo Cobo
Antonio Santiago Cobo
Diego Cobo Avilés
Diego Hernández Baca
Diego Raymundo
Diego Raymundo de León
Diego Sánchez Raymundo
Diego de León Marcos
Francisco de Paz Raymundo
Gaspar Raymundo
Jacinto Brito Brito
José Raymundo
Mateo Maton Raymundo
Miguel Meléndez
Nicolás Ceto Cobo
Nicolás Gusaro
Pedro Cedillo Cedillo
Pedro Marcos Bernal
Pedro Solís de León
Miguel Raymundo
Ejecución arbitraria, tortura
Domingo Cedillo López
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