Opinión:
La ética en cuestión
Las cuentas claras son necesarias para cualquier relación.
Por: Anamaría Cofiño K.
La vida nos va poniendo frente a disyuntivas en las que tenemos que elegir. Muchas veces la falta de experiencia nos hace tomar decisiones precipitadas y cometemos errores. En nuestra manera de conducirnos influyen las creencias, el deber ser, las normas, los intereses personales, las circunstancias. Ser personas éticas o tener una ética nos exige reflexionar profundamente para establecer qué es lo que consideramos justo y actuar en consonancia.
Sé que muchos de los términos que estoy empleando pueden interpretarse de muchas maneras, según quién lo haga y desde dónde. En todo caso, estoy escribiendo en voz alta sobre algo que se asume individualmente, en lo personal, pero que tiene que ver con lo que nos incumbe como sociedad: la política.
Todo esto viene a cuenta por la condena de un año de cárcel contra Raúl Figueroa Sarti, impuesta por el uso de una fotografía en la portada de un libro que su prestigiosa editorial publicó, con autorización de palabra y frente a testigo de quien le dio la imagen. De su lado, quien reclama un pago exorbitante por el uso de esta, además de entablar juicio legal, está poniendo en cuestión no sólo su ética, sino su calidad humana.
Este caso ilustra cómo las leyes se retuercen y el sistema hace contorsiones a la hora de juzgar y castigar. Y cómo la confianza puede ser traicionada sin el menor escrúpulo. Creer en la palabra de alguien y no establecer por escrito los pactos y contratos se paga caro, más que crímenes graves. La verdad está sujeta a juegos de poder.
El sistema judicial en Guatemala –ya sabemos– está tan corrompido que ya no se le respeta, mucho menos se cree en él. De esas salas rara vez salen condenas para quienes asesinan, violan o secuestran. Allí las pruebas se hacen perdidizas, los documentos se extravían, corren las mordidas y las influencias. En la cadena de funcionarios y abogados implicados, hay muchos eslabones perdidos que se prestan a inclinar la balanza para donde más le paguen. La ética allí brilla por su ausencia. Por eso es que la impunidad sigue aumentando, y con ella la destrucción del Estado.
¿Cómo podemos establecer en este país fundado sobre un sistema colonial injusto y corrupto, formas de vida que se basen en principios éticos claros que se apliquen de manera igualitaria? ¿Cómo eliminamos esos males, la discriminación, el abuso y la falsedad, si se han vuelto costumbre y se aceptan como naturales?
Las cuentas claras son necesarias para cualquier relación, sea entre empresarios y trabajadores, entre miembros de una organización, entre familiares y amistades, entre el Estado y la ciudadanía. Eso implica responsabilidad y transparencia, lucidez y sentido de justicia. Si no ponemos nuestra ética en cuestión, puede que practiquemos morales oscuros, fondos y dudosa procedencia.
http://elperiodico.com.gt/es/20090808/opinion/109796/
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