Caso ilustrativo No. 83
Masacre de
pobladores maya de Babeltzap en San Carlos Las Brisas
“Pensábamos morir
por tanto dolor en nuestro corazón. Todavía cuando hablo de estos
acontecimientos siento mucha tristeza y me da ganas de llorar”.
I. ANTECEDENTES
Babeltzap es un
caserío habitado por indígenas maya q’anjob’al, ubicado a treinta minutos al
este de la cabecera municipal de Barillas, departamento de Huehuetenango.
A mediados de 1981
el Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) desarrollaba una campaña de
concienciación política en el caserío. Como parte de ésta, la guerrilla efectuó
varias reuniones y muchos pobladores se integraron en las organizaciones del
EGP. En el curso de una de las reuniones tres personas fueron nombradas “representantes”
del caserío. Al parecer, otros se desempeñaron como combatientes en las
filas del EGP. El resto de la población pasó a desempeñar diferentes tareas
logísticas, tales como cocinar y entregar alimentos al campamento guerrillero,
que quedaba a unas cinco horas a pie desde Babeltzap.
Mientras
desarrollaba su la labor política el EGP realizó sabotajes alrededor de la
cabecera municipal de Barillas.
El 15 de junio de
1982 un pelotón del destacamento del Ejército se presentó en la aldea La
Palestina, vecina a Babeltzap, para organizar en varias comunidades del
municipio Patrullas de Autodefensa Civil (PAC). A partir de ese momento, todos
los hombres de las aldeas concernidas debieron patrullar, custodiando la aldea
y participando en rastreos. Algunas patrullas, consideradas por el Ejército como
confiables, recibieron del destacamento de Barillas fusiles de asalto Máuser y
M1.
Sobre la
tercera semana de junio dos guerrilleros visitaron a los tres representantes
del EGP en la comunidad y les preguntaron dónde podían conseguir armas y
dinero. Uno de los representantes de Babeltzap condujo a los guerrilleros al
cantón San Felipe, donde entraron, a la fuerza, en tres casas. Robaron las
armas y el dinero que encontraron y golpearon a los dueños. Al día siguiente,
las víctimas de los guerrilleros se presentaron en el destacamento de Barillas
y denunciaron lo sucedido. Aseguraron que los vecinos de Babeltzap eran
guerrilleros. Entregaron una lista con diez nombres de personas de esta
comunidad que supuestamente pertenecían a la insurgencia. De ellos, sólo uno
era combatiente.
II. LOS HECHOS
El 27 de junio de
1982, a las tres de la mañana, las PAC de El Recreo, La Palestina, San Carlos
Las Brisas y Brisas Grande recibieron orden del destacamento de Barillas:
salir, de inmediato, en rastreo planteado para el apresamiento de guerrilleros.
La mayoría de los patrulleros de las diferentes aldeas se dirigieron primero al
cantón San Felipe y posteriormente a San Carlos Las Brisas. Entre tanto, el
comisionado militar de San Carlos Las Brisas acompañó a una patrulla militar
que se dirigió a Babeltzap, para detener a los guerrilleros que constaban en la
lista.
A las seis de la
mañana, miembros del Ejército informaron a los patrulleros que se había
capturado a diez guerrilleros procedentes de Babeltzap, trasladados a
continuación al destacamento militar de Barillas. Ordenaron, además, que los
jefes de patrullas se presentaran en dicho destacamento.
En las instalaciones
militares los detenidos fueron torturados e interrogados. Un testigo de los
hechos manifiesta: “Yo ví que estaban sangrando y que los habían golpeado
fuerte. Afuera siguieron golpeando a los diez señores y les hicieron muchas
preguntas. Después los pusieron en el calabozo”.
A eso de las once y
media de la mañana uno de los detenidos logró escapar del destacamento y a poca
distancia saltó desde un puente hacia el río, corrió a través del cauce hasta
llegar a otro puente y subió otra vez a la calle. Los soldados le perseguían
gritando: “Allí va un guerrillero, agárrenlo”. Al escuchar los gritos, muchos
vecinos de Barillas empezaron a perseguir al fugitivo y a tirarle piedras.
Consiguieron rodearlo, lo atraparon y golpearon, causándole graves heridas.
Luego intervinieron los soldados y lo llevaron de nuevo al destacamento. La
víctima exclamó: “Entrego mi vida en sus manos. Soy inocente”.
Al
mediodía, los soldados sacaron a los diez presos del calabozo y los pusieron
delante de los patrulleros, los comisionados militares y otros soldados. El
teniente a cargo del mandó manifestó: “Por la culpa de ellos ustedes tienen
que patrullar y sufrir” y preguntó: “¿Ahora qué quieren ustedes que
hagamos con estos pisados?” El teniente decidió que los
patrulleros y los comisionados militares condujeran a los diez presuntos
guerrilleros a San Carlos Las Brisas, mientras que él se adelantaba en un
vehículo. Antes de partir, el teniente ordenó: “Llévense los pisados, pero
hay que golpearlos fuerte en el camino”. Más de 100 patrulleros y comisionados militares cumplieron
su orden. Trasladaron a los detenidos, a los que golpearon y patearon a lo
largo del camino.
Alrededor de las
tres de la tarde llegaron a San Carlos Las Brisas. Allí se encontraban también
miembros de la comunidad de Babeltzap. Estos habían recibido la orden de
presentarse para celebrar una reunión, debiendo portar sus machetes, palas,
azadones y cédulas.
El
teniente ordenó a su gente que rodearan a los vecinos de Babeltzap, quienes
tenían que mostrar sus cédulas al teniente, mientras los soldados les pegaban.
A los que no tenían cédulas o las mostraban en mal estado, les acusaban de
guerrilleros y les golpeaban más duro. Luego, les obligaron a salir de San
Carlos Las Brisas. Una de las personas de la comunidad de Babeltzap cuenta:
“Tardamos un buen rato en San Carlos y por fin nos obligaron de
salir. Queríamos quedar para ver qué iba a suceder porque tenían presos a diez
hombres de nuestra comunidad. Uno era mi hermano. Pero a los que no salieron
rápido, les propinaron patadas y incluso amenazaron de dispararlos. Por eso
corrimos y por miedo nos escondimos en el monte”.
Después
de la salida de las personas, el teniente obligó a los diez presuntos
guerrilleros a formarse en una fila y dispuso la ejecución. Un testigo directo
recuerda al teniente diciendo: “Ahora necesitamos 30 personas, quienes
estarán encargados de disparar a los pisados: 20 soldados, diez civiles, más
yo”. El teniente
escogió a las 30 personas, que se alinearon y, una por una, fusilaron a las
víctimas. El mismo declarante detalla:
“En cada caso el teniente contaba, ‘uno, dos, tres’ y luego
todos tenían que disparar contra quien le tocaba el turno en la fila. Uno de
ellos, al esperar su turno, hincó la rodilla y mientras que estaba llorando
empezó a rezar diciendo: ‘saber por qué yo tengo que morir ahora. Soy inocente’
Entonces se enojó mucho el teniente. Dijo: ‘¿Por qué este pisado me está
maldiciendo con su oración? Ahora acabamos con el pisado’ y dio orden que le
pusieran una arma en la boca y que le dispararan”.
Después que hubieran
ejecutado a todos los prisioneros, el teniente dijo: “Ahora estamos
cansados. Por culpa de ellos ustedes tienen que patrullar para poder matar
tantos pisados, y estos pisados no quieren morir”. Tres de los fusilados parecían estar
con vida aún, por lo que unos soldados recibieron la orden de darles el tiro de
gracia. Sobre las cuatro y media de la tarde, los diez detenidos estaban ya
muertos.
No conforme con la
muerte de las víctimas, el teniente ordenó a los soldados, patrulleros y
comisionados que mutilaran los cadáveres: “Para terminar, ahora vamos a
hacer los pisados picadillo. Ustedes tienen que hacerlo, porque yo ya estoy
cansado de matar tantos pisados”. Entonces,
sus subordinados machetearon los cuerpos, dejándolos en pedazos. La orden quedó
cumplida.
Más tarde el militar
a cargo reunió a su gente y les preguntó: “¿Y qué sintieron ustedes? … Ahora
experimentaron un valor para el futuro para matar pisados. Es un alcance. Ya
saben ustedes que también pueden ser como soldados”.
Mientras
los perros comenzaban a devorar los restos de los ejecutados, los militares
cavaron un hoyo detrás de la escuela de San Carlos Las Brisas. Ahí enterraron a
los difuntos. Uno de los presentes cuenta: “Para juntar los pedazos de los
cadáveres prestamos palas, azadones y machetes y los tiramos en el hoyo. Tiramos
sus cédulas encima, después tierra para cubrir el hoyo”. Eran las seis de la tarde. El
teniente ordenó a los patrulleros que se quedaran para vigilar la fosa y los
amenazó de muerte si se retiraban.
III. DESPUÉS DE LOS
HECHOS
Tras esta masacre,
la mayoría de la población de Babeltzap huyó y se escondió en la montaña.
El 2 de julio, a
cinco días de los hechos, un pelotón de soldados del destacamento de Barillas
arrasó el caserío de Babeltzap. Quemaron las casas, las siembras, los animales
y todas las pertenencias de la gente. Sólo encontraron a un miembro de la
comunidad, a quien detuvieron e hicieron desaparecer. Según supieron más tarde
algunos vecinos, lo habrían fusilado en el destacamento militar.
La
comunidad de Babeltzap sobrevivió al dolor y a las condiciones de vida del
desplazamiento. Uno de sus vecinos cuenta: “Estos tiempos sufrimos mucho de
hambre, sed, frío y enfermedades. Pensábamos morir por tanto dolor en nuestro
corazón. Todavía cuando hablo de estos acontecimientos siento mucha tristeza y
me da ganas de llorar”.
Entre junio y julio
de 1982 el Ejército arrasó varias comunidades que se ubican alrededor de la
cabecera municipal de Barillas, departamento de Huehuetenango: San Mateo, San Miguel, Ballí, Quiquil, Puente
Alto, Cananá.
El
19 de diciembre de 1997 la Comisión solicitó al ministro de la Defensa Nacional
información relativa a la masacre de diez patrulleros de Babeltzap, ocurrida en
San Carlos Las Brisas. En la respuesta dada por dicho ministro, el día 5 de
enero de 1998, “…niega rotundamente su responsabilidad, por no ser política
operacional institucional…” Sin embargo, agrega: “…que no obran en los
archivos de la Institución Armada registros relacionados con los hechos
mencionados…”
IV. CONCLUSIONES
Estudiados los
antecedentes del caso, la CEH llegó a la convicción de que diez habitantes
indefensos del caserío Babeltzap, fueron ejecutados arbitrariamente por
efectivos del Ejército de Guatemala y por miembros de las patrullas de
autodefensa civil que actuaron bajo su dirección. El hecho constituye una grave
violación del derecho a la vida.
También, la CEH
llegó a la convicción de que numerosos pobladores de Babeltzap, congregados por
orden del Ejército en San Carlos Las Brisas, fueron sometidos a tratos crueles,
inhumanos o degradantes, en violación de su derecho a la integridad personal.
La CEH está
convencida, asimismo, de que el 2 de julio de 1982 los soldados atacaron
indiscriminadamente bienes civiles de la comunidad de Babeltzap, arrasando la
aldea, obligando a los pobladores a desplazarse hacia la montaña y generando
condiciones de vida que pudieron acarrear su muerte. Como consecuencia de los
sucesos de este día, miembros del Ejército detuvieron e hicieron desaparecer a
un miembro de la comunidad.
La
CEH considera que la ejecución de las diez personas y su posterior mutilación
constituyen actos que ilustran el menosprecio por la dignidad humana que
inspiró el castigo ejemplar de quienes eran considerados guerrilleros.
Al analizar el
conjunto de la operaciones militares, la CEH llegó a la conclusión de que, en
la masacre contra los pobladores de Babeltzap, los efectivos del Ejército
tuvieron la intención de eliminar a la comunidad mediante los hechos mismos que
constituyeron la masacre del 27 de junio, la quema de las casas, las siembras,
animales y otras pertenencias, y por la constante persecución de los
desplazados. Todos estos hechos, evidencian la intención del Ejército de
destruir total o parcialmente a dicha comunidad, lo que otorga al conjunto de
estos actos un carácter genocida.
LISTADO DE LAS VÍCTIMAS
Ejecución arbitraria, torturas, privación de libertad
Diego
Domingo Felipe
Francisco
de Francisco
Mateo
Delgado
Mateo
Delgado Sebastián
Mateo
Sebastián
Pedro
Francisco
Pedro
Juan
Pedro
Sebastián Diego
Sebastián
Diego
Simón
Pablo Pedro
Víctimas colectivas/desconocidas:
2
Fuente: CEH, Guatemala memoria del silencio.