La CICIG sacó
a luz una banda de delincuentes que desde la cúpula del Organismo Ejecutivo
robaba en aduanas. La vicepresidente, aparentemente conocida en el mundo del
hampa como la dos, terminó renunciando y con ello perdió su inmunidad. Pero no
ha perdido la impunidad. El sistema político construido a partir de lo que se
ha dado en llamar la “transición democrática”, que lleva ya 30 años, se hizo
para que nada cambiara; con un sistema judicial que pareciera tener como
objetivo central garantizar que los crímenes cometido durante la guerra no sean
juzgados, ni los criminales condenados. Y de ahí deriva la impunidad general.
La impunidad
de que gozan los delincuentes disfrazados de políticos es de tal magnitud que
luego de su captura no tienen ningún empacho en seguir usando los aparatos
celulares que los delataron ante la investigación de la CICIG. Es una impunidad
tan bien aceitada que formalmente permite que una jueza pueda resolver sobre sí
misma en un proceso de antejuicio. Tan completa y bien amarrada que el ministro
de Gobernación que le cedió el control de las cárceles a un presidiario sigue
tan campante, como florecita en primavera. Y que conste: hay procesos
judiciales en curso.
La inmunidad
de que gozan algunos cargos públicos para evitar la obstaculización de la
gestión pública por cualquier hijo de vecino se ha convertido en una capa
protectora para quienes en el ejercicio de sus funciones delincan. Quitar esa
inmunidad no es cosa fácil, pero ha sido posible.
Pero, ¿cómo
acabar con la impunidad? Desde mi perspectiva, el fin de la impunidad se
encuentra en que los ciudadanos que nos atrevemos a pensar, que hemos perdido
el miedo a hablar y movilizarnos en las calles, continuemos de manera firme
exigiendo justicia, denunciando a los políticos y jueces corruptos, y al mismo
tiempo construyendo propuestas. Propuestas que implican ideas de cómo
transformar el sistema político y organización capaz de empujar hacia adelante
esas ideas.
En síntesis:
el fin de la impunidad se encuentra en una transformación del sistema y ello
solo es posible si construimos propuestas políticas que nos permitan dignificar
la política y expulsar de ella a los delincuentes.
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