El mandatario nombró a los dos exjefes de la SAT, Carlos Muñoz y Omar Franco, ambos arrestados por el caso La Línea. (Foto de El Periódico) |
El gobierno de los
múltiples gabinetes se quedó hasta sin gabinete de cocina.
Después de varias
capturas de funcionarios acusados de corrupción, hay varios puestos que están
vacantes. Todo parece indicar que al presidente le está costando encontrar
personas que quieran arriesgarse a ser parte de un gobierno demostradamente
corrupto. Los que han mostrado disposición a ser parte del mismo, como los nombres
sugeridos por Maldonado Aguirre para secretario privado, de inmediato han sido
cuestionados y no les ha quedado más que renunciar antes que aceptar a ser
parte de la banda.
¿Qué significa ello?
Que el “partido de gobierno” carece de cuadros que puedan hacerse cargo de la
administración pública. Esta ha sido una deficiencia de casi todos los “partidos”
que han gobernado en los últimos años. Pero a ello debe sumarse que el general
retirado ha perdido liderazgo y los pocos profesionales capacitados no confían
en él, y los que sí confían y desean ser parte de su banda, que no equipo de
gobierno, carecen de la suficiente honorabilidad para confiarles la función
pública.
Otto Pérez Molina
debe comprender que en el momento actual su continuidad como presidente de la
República solo agudiza aún más la crisis que vive el país como resultado de su
voracidad saqueadora de los bienes públicos. Su permanencia en el gobierno no
le permitirá remontar la crisis, carece de la confianza de la ciudadanía y de
los potenciales colaboradores. Tampoco tiene la capacidad como para gobernar en
solitario y asumir las funciones de los ministros ausentes.
La incapacidad para
armar equipo es una razón más por la cual Pérez Molina debe renunciar.
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