Alan Mills entrevistado por Carol Zardetto
Diario de Centro América, viernes 19 de noviembre de 2010
Según dijo el escritor y crítico literario Mario Roberto Morales en una oportunidad, la literatura es quizá el producto más sofisticado que haya producido y sigue produciendo Guatemala hasta la fecha. ¿Compartes esa opinión? ¿Por qué?
Siempre y cuando pensemos en una línea de continuidad que iría desde los textos ancestrales y la escritura de hyperlinks, que aparece en las estelas mayas, hasta la vitalísima literatura de nuestra posmodernidad. Pero decir que algo es lo más sofisticado conlleva ciertos peligros, principalmente el de sentir que lo que hacemos los escritores está por encima de los demás productos culturales del país.
¿Sientes una afinidad generacional con los escritores guatemaltecos contemporáneos tuyos? ¿En qué aspectos existe afinidad? ¿Qué les preocupa? ¿Qué motivos abrazan?
Creo ser el escritor menos representativo de mi generación. Por muy diversas razones, pero sobre todo por mi estado de migración intermitente. No me termino de insertar por completo a la lógica de mis connacionales. Lo que hago es traer excentricidades de mis viajes, las cuales se convierten más tarde en modas y tendencias. Mi trabajo ha sido el de modificar el mapa de lecturas de mi generación. Lo he hecho con verdadera entrega. Lo que a nosotros nos une, quizá, es cierta tendencia a visualizar con cinismo las diversas formas de la performatividad política. Y además no nos preocupa que nos echen la culpa de la situación del país que nos entregaron. Lo nuestro es hacer rompecabezas con los escombros. En términos del tarot, la generación anterior a lo mejor se identificaba con el arcano mayor número 13: Muerte y Transformación. Nosotros, como grupo, estaríamos más cerca del Loco, creo. En mi caso personal me gusta visualizarme más próximo al Creador de Mundos.
¿Por qué el diálogo intergeneracional entre los escritores guatemaltecos se ha vuelto tan dificultoso? ¿No tiene algo que decir una generación a la otra?
Es un problema de lucha por los espacios simbólicos. Aunque en mi caso esto no es tan así, pues mi mayor comunicación creativa la tengo con Rodrigo Rey Rosa, quien no es mi contemporáneo.
El conflicto armado interno es uno de los hitos históricos que más ha impactado el arte en Guatemala, incluyendo la literatura. ¿Qué piensas de la literatura producida durante la guerra? ¿Y de la literatura posconflicto?
La novela de Luis de Lión, El tiempo principia en Xibalbá, es una verdadera obra maestra. También es excelente Los compañeros, de Marco Antonio Flores. Y hubo grandes libros de poesía producidos durante la guerra, como Madre, nosotros también somos historia, o Cariátides. En la literatura posconflicto también ha habido cosas buenas.
¿Crees que, en términos generales, la literatura guatemalteca se abre al erotismo? ¿O es una literatura castrada?
Es muy fácil hablar con generalizaciones, pero me parece evidente que los guatemaltecos padecen en general de una aproximación primitiva y violenta a la sexualidad. El erotismo es todavía una utopía por imaginar.
En tu producción literaria, ¿cómo ves el erotismo?
Desde hace algún tiempo escribo para mejorar mi vida sexual. Tengo un libro, o dos, que funcionan como dispositivos de seducción.
¿Y el erotismo femenino? ¿Crees que es una expresión subversiva en un país conservador y machista?
Ser mujer es subversivo en Guatemala. Ser mujer y escribir es una afrenta a todos los fantasmas del país.
¿Molesta el erotismo femenino expresado en la literatura escrita por mujeres?
¿A quién le molesta un poema? Tenemos la suerte de que el poder no lee en nuestro país. Es una gran ventaja que tenemos por sobre los demás países occidentales.
¿Cómo funciona el humor en tu obra? ¿Podrías hacer algún comentario en relación con el humor en la literatura de tu generación?
Somos herederos de Velorio y de Augusto Monterroso. Por mi parte publiqué ya una micronovela en la que trabajo con el humor negro, en clave de epifanías del dolor y del deseo. Ahora estoy por publicar una nouvelle que es una colección de gags metafísicos. Humor inglés con aderezo tropical. O algo así. Igual no me creas. Lo digo solo para generar expectativa y venderme. Es mi especialidad. Ya sabes que para cualquier iniciativa sin pies ni cabeza, o para cualquier proyecto sin ton ni son, donde haya dinero de por medio, siempre se podrá contar conmigo.
La muerte parece ser omnipresente en Guatemala. ¿Cómo ha impactado esta presencia ominosa en tu obra? ¿Y en la literatura guatemalteca?
Mis primeros libros de poesía intentan reflexionar la muerte con cierta intensidad. Era inevitable, me imagino. La poesía es la representación holográfica de la muerte del lector. El lector muere mientras lee, mientras tiene el libro abierto enfrente de sí. Tampoco hay que olvidar que en toda literatura siempre aparecerá la lucha entre la luz y la oscuridad. Pienso en El señor presidente, pero también en El material humano.
Erotismo, humor y muerte… ¿Cómo funcionan estas tres piezas en el rompecabezas de la literatura guatemalteca?
Ojalá haya cada día más sexo y más felicidad. Es lo que deseo para todas.
¿Es la guatemalteca una literatura con capacidad para la fuga o estamos demasiado cercanos a nuestras crisis sociales e históricas?
Pienso que se debería crear un premio para obras de ciencia ficción rural. Date cuenta de que para evolucionar necesitamos crear el software biogenético que transforme nuestra conciencia. Es decir, libros que imaginen múltiples destinos. Una posibilidad interesante sería ficcionar sobre lo que ocurría en estos territorios antes de la migración por el estrecho de Bering. Eso sí que sería un viaje al futuro.
¿Cómo se escapa la literatura guatemalteca? ¿Qué se esconde bajo la sinuosidad del escape?
Todo libro es un viaje y un escape. Y todo libro esconde uno o varios secretos maravillosos. La literatura guatemalteca está intoxicada de realidad. De lo que se suele imaginar que es la realidad. Necesitamos también becas para desarrolladores de videojuegos.
¿Qué voz no se ha escuchado en la literatura del país?
No les hemos querido preguntar a los niños qué rollo.
Se habla de una literatura del desencanto para referirse a la literatura guatemalteca contemporánea. ¿Qué piensas de ello?
Es una marca muy útil para los académicos. A mí me interesaría más una literatura del encantamiento, pero en términos de hechicería.
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