Caso ilustrativo
No. 63
Masacre de la
aldea Tzisbaj
I. ANTECEDENTES
Tzisbaj es una aldea ubicada en el municipio de Jacaltenango,
departamento de Huehuetenango.
En 1982, año en que suceden los hechos, el
Ejército había ya formado las Patrullas de Autodefensa Civil (PAC) en la
comunidad. Sin embargo, las patrullas de Tzisbaj no gozaban de la plena
confianza de los militares: éstos sabían que el Ejército Guerrillero de los
Pobres (EGP) había llegado varias veces a realizar mitines en la aldea y
contaba allí con una base social que la apoyaba.
II. LOS HECHOS
El viernes 10 de septiembre de 1982, en la mañana, los
patrulleros se encontraban haciendo turno. A lo lejos divisaron a hombres
armados, vestidos de verde olivo, que se acercaban a la aldea.
En determinado momento los desconocidos dispararon. Un testigo
afirma: “Se distribuyeron alrededor de la comunidad y la rodearon;
comenzaron a disparar contra la gente de la patrulla”. Los patrulleros,
consideraron que se trataba de la guerrilla y, siguiendo a las instrucciones
del Ejército, respondieron con los “dos o tres fusiles … que era el
armamento de la comunidad”. Mientras
esto sucedía, un poblador corría a comunicar al destacamento militar, ubicado
en la cabecera municipal de Jacaltenango. Los miembros de las PAC se
enfrentaron con el grupo de desconocidos e hirieron a uno de ellos. Los
habitantes corrieron temerosos a protegerse en sus casas; sin embargo, seis
vecinos murieron y cuatro resultaron heridos en el ataque por parte de los
desconocidos.
Los
atacantes —que todavía eran identificados por la población como guerrilleros—
luego de vencer la resistencia de los patrulleros llegaron al centro de la
aldea. Reunieron a la gente en el parque y afirmaron ser miembros del Ejército.
Seguidamente, los soldados pertenecientes al destacamento militar de San
Antonio Huista, encerraron a las mujeres y a los niños en la iglesia, y a los
hombres los formaron en fila frente a la escuela. El oficial a cargo del operativo
les dijo que tenían conocimiento de que en esa aldea la población prestaba
apoyo a la guerrilla y que lo habían comprobado ese día, pues habían sido
atacados por la comunidad. Algunos pobladores se defendieron alegando que el
color del uniforme de los soldados era el mismo tipo de verde olivo que usaba
la guerrilla y habían visto escrito en las mochilas las iniciales del EGP.
El oficial ordenó a los soldados ir casa por casa para buscar a
las personas escondidas y descubrir las armas. Mientras realizaban el cateo,
los soldados robaron radios, grabadoras, ropa, dinero y otros objetos de valor.
Fue entonces cuando llegó a la comunidad otro grupo de soldados,
esta vez procedente de la cabecera municipal de Jacaltenango, que venía en
respuesta a la solicitud de apoyo de los pobladores ante el supuesto ataque
guerrillero. Los dos oficiales discutieron, ya que la aldea correspondía al
municipio de Jacaltenango y el grupo atacante pertenecía a San Antonio Huista.
Al terminar el cateo de las casas los soldados volvieron al
centro de la población. Hacia las tres de la tarde el oficial sacó un papel del
bolsillo de su camisa y ordenó que uno por uno pasaran los hombres presentando
su cédula de identidad. En el papel constaba una lista de nombres de personas que,
en teoría, estaban comprometidas con la guerrilla. Los soldados revisaban las
cédulas y confirmaban si los nombres figuraban o no en la lista. En el ambiente
había mucho temor; cuando pasaba un vecino y su nombre no aparecía en el
listado, iba a sentarse frente a la iglesia.
Seis personas aparecieron en el listado y se les condujo a la
escuela. En ese lugar los soldados se encargaron de los interrogatorios y de
las torturas. Desde el exterior la comunidad escuchaba los gritos y los golpes
que los militares propinaban a los detenidos. Los soldados apresaron, además, a
uno de los profesores de la escuela, bajo la acusación de ser jefe guerrillero,
y lo amarraron.
Al mismo tiempo, el oficial pidió apoyo aéreo a la zona militar
de Huehuetenango, para evacuar al soldado herido y abastecerse de municiones.
Minutos más tarde, un helicóptero aterrizó en el centro de la población. Los
soldados subieron al herido en la nave. Al cabo de media hora apareció otro
helicóptero, aterrizó en el mismo lugar y abasteció de municiones a la tropa.
A las cuatro de la tarde los detenidos maltratados fueron
sacados de la escuela. El oficial ordenó a los soldados que amarraran a las
víctimas en los pilares de la alcaldía auxiliar, con excepción del profesor.
El oficial se dirigió a la comunidad y dijo que iban a
presenciar un ejemplo de cómo terminaban los guerrilleros. Advirtió además que
lo mismo les pasaría a todos si seguían apoyando a la guerrilla. Seguidamente,
ordenó a un grupo de soldados que formara en fila delante de las víctimas. Toda
la comunidad observaba impactada cada movimiento de los soldados y era testigo
de los gestos de dolor y sufrimiento de los vecinos amarrados en los pilares y
a la espera del desenlace. Los soldados alzaron entonces sus fusiles y a la
orden de fuego del oficial, dispararon. Las víctimas cayeron “dobladas” sobre
sus cuerpos. Cinco murieron en el acto . Una persona aún respiraba. Al
percatarse de ello, el jefe de la operación militar le dio el tiro de gracia.
A las ocho de la noche la tropa se dirigió al destacamento
militar ubicado en la cabecera municipal de Jacaltenango, llevándose amarrado
al profesor. Mientras, los vecinos de la aldea trasladaron a los heridos al
hospital del mismo municipio.
El profesor permaneció detenido durante ocho días en los que fue
sometido a torturas y malos tratos. Los militares lo interrogaban y lo acusaban
con insistencia de pertenecer a la guerrilla. Le exigían que diera los nombres
de las personas que integraban la insurgencia en la zona. A requerimiento de
familiares y amigos, el cura párroco del lugar intercedió por él ante el
oficial del destacamento y el profesor fue puesto en libertad. Sin embargo, lo
obligaron a comparecer dos veces cada día en el cuartel. En la mañana y en la
tarde tenía que concurrir para firmar el libro de control. Frecuentemente lo
amenazaban a él y a su familia. Al no soportar esta situación, una madrugada
del mes de octubre emprendió viaje a México. Semanas después hicieron lo mismo
su esposa, hijos y padres.
En total, como resultado de la acción
militar en la aldea Tzisbaj se registraron 17 víctimas, población civil e
indefensa: 12 ejecutados arbitrariamente, de los cuales 6 fueron torturados, 4
heridos y un detenido y también torturado.
III. CONCLUSIONES
La CEH,
estudiados los antecedentes reunidos, llegó a la convicción de que el 10 de
septiembre de 1982, en la aldea Tzisbaj, municipio de Jacaltenango,
departamento de Huehuetenango, efectivos del Ejército violaron el derecho a la
vida, la integridad física y la libertad de numerosos pobladores de dicha
comunidad. Estas violaciones se originaron en el injustificado ataque armado
contra los patrulleros del lugar, que produjo inocentes víctimas civiles, y
consistieron en la detención arbitraria, tortura y ejecución arbitraria de seis
de sus miembros, y la detención y tortura de uno de los maestros de la aldea,
además de la retención del resto de los habitantes, a quienes obligaron a
presenciar sus acciones.
La CEH considera que el caso ilustra una táctica aplicada frecuentemente
por el Ejército, la cual consistió en vestir a sus fuerzas como guerrilleros.
Si bien el objetivo de esta táctica era primordialmente militar, en
determinadas ocasiones originó violaciones de derechos humanos y favoreció su
encubrimiento.
Por último, la CEH considera que el caso es, también,
ilustrativo del método de represión selectiva como castigo ejemplar a quienes
el Ejército consideraba colaboradores de la guerrilla.
LISTADO
DE LAS VÍCTIMAS
Ejecución
arbitraria, tortura, privación de libertad
Antonio Montejo López
Gaspar Montejo Hernández
José Sebastián Domingo Diaz
Manuel López Hernández
Matías Diaz Hernández
Ruperto Diaz Hernández
Víctor Dionicio Montejo Esteban
Ejecución
arbitraria
Gaspar Delgado Ross
José Camposeco Diaz
Julian Jacinto Montejo
Manuel Aguilar Silvestre
Ramon Pérez
Sebastián Domingo Quiñonez
Antonio Raymundo Méndez
Magdalena Aguilar
María Montejo
Miguel López Cota
Víctimas
colectivas/desconocidas: 2
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