Caso ilustrativo No. 54
Desapariciones
forzadas masivas en Chichicastenango y San Sebastián Lemoa “El caso de los
camiones”
Cuando en la memoria
colectiva de un pueblo cobra nombre propio una situación vivida, no sólo se
evidencia el impacto que el hecho dejó en la comunidad, sino también imprime
mayor veracidad a los testimonios. Esto es lo que sucede con “El caso de los
camiones” (CEH).
I. ANTECEDENTES
Santa Cruz del
Quiché es la cabecera departamental de Quiché. A sólo 18 kilómetros al sur se
encuentra Chichicastenango, relevante centro religioso y comercial del mundo
maya y cabecera del municipio del mismo nombre, San Sebastián Lemoa es una de
las aldeas del municipio de San ta Cruz del Quiché, a la que pertenecen seis
caseríos: Chicabracán, Chical-té, Cucabaj, Pacajá, Pachó y Paxcalté.
A finales de la
década de los setenta, una de las características de San Sebastián Lemoa y su
entorno fue la existencia de varias organizaciones sociales, entre ellas el
Comité de Unidad Campesina (CUC), las Ligas Campesinas, los Comités de
Desarrollo, etc. Un declarante afirma: “…Mucha gente de Lemoa estaba
organizada, unos 300 o 400”.
A partir de 1980 el
Ejército comienza a tomar mayor iniciativa en la lucha contrainsurgente, dando
prioridad a las acciones tendentes a la eliminación de cualquier plataforma de
apoyo a la guerrilla.
A finales de 1981 el
destacamento militar de Chupol, creado por la Fuerza de Tarea Iximché en el
municipio de Chichicastenango, era un eslabón fundamental en esta estrategia.
Entre
la segunda mitad de 1981 y la primera de 1982 las masacres se sucedieron en la
zona. En febrero de 1982 comienza la aplicación de la denominada política de
“tierra arrasada”.
Antes de ocurrir el
“caso de los camiones” un declarante cuenta: “…También había gente de la
guerrilla; algunos estaban escondidos desde hacía días en el monte … pues
tenían aviso de que el Ejército podía llegar. Ya habían pasado [los militares]
por otros lugares. Había gente que contaba que el Ejército, primero se había
entrado en Chichi [Chichicastenango] y en otros cantones. Los de Pachó Lemoa,
que no se habían querido ir, estaban con pendiente [en alerta]. No se querían
ir, pues tenían sus siembras; ya vendría la cosecha, sus animales, sus cosas…”
Cuando
en la memoria colectiva de un pueblo cobra nombre propio una situación vivida,
no sólo se evidencia el impacto que el hecho dejó en la comunidad, sino también
implica mayor veracidad a los testimonios. Esto es lo que sucede con “El caso
de los camiones”.
II. LOS HECHOS
En el mes de mayo de
1982, en los tres días de mercado (9, 16 y 20), miembros del Ejército en un
número que superaba los 50, acompañados de personas vestidas de uniformes
militares y con los rostros cubiertos, llegaron a la plaza de Chichicastenango.
Allí, estos últimos señalaron a las víctimas. Capturaron y subieron a camiones
de carga alrededor de 150 personas: mujeres, hombres y niños. Un grupo de
mujeres fue conducido a la cárcel del pueblo y quedó en libertad a los cuatro
días. El destino de las otras víctimas se desconoce.
El hecho de que las
detenciones de Chichicastenango se practicaran un día de mercado, en la plaza
de la cabecera municipal, a la salida de la celebración eucarística dominical, para ser precisos en el momento en que la
plaza rebosa de gente, no fue casual. La primera finalidad, tal vez práctica,
fue encontrar reunida a la mayor parte de las personas que estaban buscando. La
segunda, estratégica, dejar constancia de la detención masiva ante un número
poco habitual de testigos, desencadenando en ellos un proceso de descontrol
individual y social que terminara en un atemorizamiento ejemplificador. Algo similar puede afirmarse sobre lo
acontecido en San Sebastián Lemoa.
Pocos días
después, también un día de mercado (25 de mayo), un alto número de miembros del
Ejército realizaron un operativo similar en San Sebastián Lemoa. Aunque el
grueso de las víctimas fue capturado en el mercado, a otras las detuvieron en
sus casas. Todas las víctimas, entre ellas mujeres, hombres y niños, en total no
menos de 150 personas, fueron llevadas en camiones y posteriormente
desaparecieron.
Tanto
en el caso de Chichicastenango como en el de San Sebastián Lemoa, se presume
que el destino final de los detenidos fue el destacamento de Chupol.
Las víctimas
“Fuerzas del
Ejército llegaron a Chichicastenango alrededor de las nueve de la mañana. Una
vez en el mercado comenzaron a agarrar a los vecinos de cantones de Santa Cruz
del Quiché, tales como Lemoa, Chicabracán, Cucabaj y otros”.
Chichicastenango fue
el lugar donde se hizo sentir con más rigor la crueldad de esta acción
selectiva. Sin embargo, no eran todos sus habitantes los buscados, sino otras personas que llegaban a la
plaza los días de mercado, en
particular los de la aldea de San Sebastián Lemoa y sus caseríos. Eso es lo que
constatan los testigos: “Había gente de San Sebastián Lemoa, pero de diferentes
cantones, Chicabracán, Cucabaj, Chicalté, Pachó”. También hubo capturados de Chontalá y Mactzul, cantones
del municipio de Chichicastenango. Ninguno de los 42 desaparecidos,
identificados por la CEH, vivía en Chichicastenango.
En cambio, en San
Sebastián Lemoa, las víctimas sí pertenecían a la aldea. “Como quedó gente que
no se llevaron [hace referencia a los capturados en Chichicastenango],
regresaron a buscarlos”.
El
nombre con el que popularmente se conoce este suceso, “Caso de los camiones”,
surge del hecho que los militares se movilizaron en este tipo de vehículos,
según lo indican testigos:
“Era un domingo. Terminó la misa
en la iglesia de Chichicastenango. Manuel y su esposa se fueron a realizar unas
compras al mercado. Allí estaban cuando llegaron dos hombres enmascarados
vestidos de verde olivo y dos soldados fuertemente armados. Un hombre
enmascarado señaló a Manuel. Los soldados lo capturaron y se lo llevaron para
tras de la iglesia donde había un camión. Lo subieron junto con otras personas.
No se sabe para donde se lo llevaron”.
“El Ejército, al
llegar al mercado, exige la cédula de vecindad de cada uno de los vecinos y las
confronta con un listado que llevan los soldados. En el listado aparece el
nombre de la presente víctima, lo detienen y se lo llevan a un camión que el
Ejército tiene estacionado en una de las calles de ese municipio, en el camión se
encuentran muchas personas”.
“Ese día don Gabriel
se encuentra vendiendo en el mercado de Chichicastenango. Los soldados llegan
directamente hacia esta persona y sin explicación alguna lo sujetan entre dos
soldados, amarrándole las manos hacia atrás … Al detenido lo conducen a una de
las calles de este pueblo en donde se encuentra estacionado un camión. Ahí lo
suben encontrándose con un número indeterminado de detenidos”.
En relación al
número de efectivos militares que intervinieron un declarante menciona: “Llega
un pelotón del Ejército y directamente se dirige al lugar en que [la víctima]
se encuentra vendiendo, y ante la mirada de muchas personas, se la llevan”. Otro refiere un número aproximado: “…Eran
entre 60 a 70 soldados y patrulleros …” Finalmente
otro declarante habla de “…la llegada de alrededor de 100 soldados que venían
en dos camiones…”
El
operativo en Chichicastenango y San Sebastián Lemoa no fue semejante a otros
cometidos en la zona, en que “el Ejército enviaba tropas de destacamentos ajenos
a la zona militar de Quiché”. En este
caso, para llevar a cabo el operativo se sirvieron, además, de colaboradores in
situ, delatores, con la finalidad de
capturar a las personas seleccionadas. Como
los delatores no debían ser reconocidos por las víctimas, no sólo estaban
vestidos de verde olivo, sino que también tenían el rostro cubierto. En versión
de la gente, “los enmascaran” para
que no se les pueda identificar.
En
los operativos llevados a cabo en Chichicastenango y en San Sebastián Lemoa participaron
asimismo miembros de las Patrullas de Autodefensa Civil (PAC). Estos patrulleros, “…quienes también
vestían de pinto…” “fueron los que se
encargaron … de ir con los soldados señalando gente y casas”.
“Los policías que
estaban en la cárcel les indicaron [a las mujeres detenidas] que habían sido
señaladas por cinco delatores. Cuando les dieron las características físicas de
los vecinos, se dieron cuenta que eran patrulleros de Pachó Lemoa”.
Un testigo
originario de San Sebastián Lemoa y que conoce a sus habitantes no duda en
reconocerlos como lo que son, vecinos: “Su mamá estaba en el mercado pero logró
llegar a su casa, donde llegó el Ejército y los vecinos [los patrulleros] a
sacar a su mamá en un camión”.
Todos los
declarantes aluden a un grupo numeroso de personas:
“Los soldados
subieron al camión a hombres, mujeres y niños”.
“Había en tres
camiones mucha gente, hombres, mujeres, patojos, incluso mujeres embarazadas
que dieron a luz en el camión”.
“Lo detienen y se lo
llevan al camión … en el camión se encuentra con muchas personas…”
“Al detenido lo
conducen por una de las calles de este pueblo en donde se encuentra estacionado
un camión. Allí lo suben, encontrándose con un número indeterminado de
detenidos”.
“Lo llevaron para
atrás de la iglesia donde había un camión, lo subieron junto con otras
personas”.
En San Sebastián
Lemoa, un declarante menciona que las víctimas pudieron ser 60, entre mujeres,
niños y ancianos. Otro indica:
“…Llenaron dos camiones de gente…” y calcula que pudieron ser en total unos
150. Mientras, un tercero indica:
“…Había en tres camiones mucha gente, hombres patojos, incluso mujeres
embarazadas…”
Respecto al número
de víctimas en Chichicastenango, considerando que las capturas se realizaron en
tres fechas diferentes, los declarantes señalan un número que oscila entre las
150 y las 175. Otro declarante dice
textualmente: “Luego de capturar alrededor de cincuenta personas…” Martín Chich, sobreviviente ya fallecido,
quien logró escapar, comentó en su comunidad sobre una estimación de 125
personas. En cambio, otra víctima que
fue dejada en libertad habla de entre 40 y 50 hombres.
La
CEH pudo identificar a 42 víctimas, entre detenidos y desaparecidos. El número
total no ha podido ser precisado. Sin embargo, si se toma en cuenta el impacto
que los hechos dejaron en la memoria del pueblo, debe aceptarse que el número
total de las víctimas fue mucho mayor.
Las mujeres
No todas las mujeres
capturadas desaparecieron.
“Se llevaron a
hombres y mujeres en un camión, pero como no todos cabían en el camión, se
llevaron a algunas mujeres a la cárcel”.
Veinte
mujeres fueron conducidas a la cárcel de Chichicastenango. Allí fueron
maltratadas psicológica y físicamente durante cuatro días. Al menos una joven
fue objeto de violación sexual. Una de las detenidas dice:
“…Estaba vendiendo
frijol y maíz en el mercado, cuando fui agarrada por soldados junto con otras
20 o 25 mujeres de distintos cantones como Pacajá, Chicabracán y Pachó Lemoa [y
que] estuvimos cuatro días detenidas en la cárcel de Chichicastenango … Una
señorita de Chicabracán fue violada sexualmente por un policía”.
Otro declarante
afirma: “Las mujeres que no fueron llevadas en el camión, fueron llevadas a la
cárcel de Chichicastenango, donde había un total aproximado de veinte mujeres
de diversos cantones de Santa Cruz. Las detenidas fueron liberadas al jueves
siguiente”.
Los niños
Los testimonios
sobre la captura de niños indican que los militares no discriminaron entre
adultos y menores. Según un testigo de referencia:
“íbamos en camiones
… La orden era sacar información, a los niños darles con garrote en la cabeza,
matarlos con garrote, capturar a algunos y traerlos al destacamento de Chupol …
Hay muchos enterrados allá”. Unos 40
niños fueron retenidos, para ser entregados en adopción o venta a extranjeros.
El destino de las
víctimas
“Se cree que el
grupo que iba en los camiones fueron llevados (sic) al destacamento militar de
Chupol, en el municipio de Chichicastenango, del cual era responsable la zona
militar 20 del Quiché”.
Otro testigo relata
sencillamente lo que vio: “El camión del Ejército se retira del pueblo tomando
rumbo a la salida que se dirige hacia Los Encuentros [dirección hacia el destacamento
de Chupol]”. La información más
generalizada fue que los camiones partieron rumbo a Chupol. Sin embargo, otros
declarantes manifestaron su desconocimiento sobre el lugar al que fueron
conducidas las personas capturadas.
Según narra otro
testigo: “Los vecinos que se dieron cuenta de la detención, suponen que se los
llevaron al destacamento militar de Chupol. Sin embargo, nadie lo puede
asegurar, ya que nadie los siguió”.
El
supuesto de que los detenidos fueron conducidos a Chupol está fundado. Sin
duda, la gente dice tener conocimiento de que “…en Chupol hay un cementerio
clandestino [donde] enterraron a 400 o 500 personas. Mucha gente [lo] sabe,
pero tiene miedo porque todavía está el destacamento”.
Un sobreviviente,
que fue llevado a Chupol y pudo ser entrevistado por la CEH, relata: “Después
de juntar alrededor de entre 40 a 50 personas los soldados se retiran con los
capturados, dirigiéndose para el destacamento militar, ubicado en el cantón
Chupol del municipio de Chichicastenango. Al llegar al destacamento, los
soldados ya tienen preparados lazos para amarrar a cada uno de los detenidos,
los introducen en el destacamento, colocándoles acostados boca abajo y en fila.
Luego un pelotón de soldados pasa corriendo sobre cada una de las víctimas …
Constantemente a todos los detenidos los someten a torturas y les interrogan
sobre la actividad que cada uno realiza. Después son llevados a una gran zanja
en donde son colocados a empujones … Los soldados se orinan sobre ellos,
lanzando gritos y carcajadas. Un soldado le dice: ‘Que se vaya a la mierda de
inmediato, de lo contrario lo vuelven a meter a la zanja’ …”
En
cuanto a las demás víctimas se ignora si fueron conducidas al destacamento de
Chupol.
Desaparición forzada o ejecución
Hasta la fecha,
todas las víctimas se encuentran desaparecidas.
“Algunas personas
dicen que se los llevaron al destacamento de Chupol. Lo cierto es que nunca más
se supo de ellos”.
“Ese día mucha
gente, al igual que la presente, son llevadas por el Ejército, sin que se sepa
dónde”.
“Los vecinos que se
dieron cuenta de la detención, suponen que se los llevaron al destacamento
militar de Chupol; sin embargo nadie lo puede asegurar, ya que nadie los
siguió”.
“Desde entonces, se
encuentran desaparecidos. Ya nunca más regresaron”.
El único
sobreviviente entrevistado de los conducidos a Chupol no fue testigo de ninguna
ejecución: “En cuanto a las demás víctimas [las detenidas con él] se desconoce
qué pasó con ellas”. Incluso, dice
que pudo ver “una zanja donde hay muchos huesos”, pero nada más.
III. CONCLUSIONES
La CEH ha llegado a
la convicción de que, durante el mes de mayo de 1982, efectivos del Ejército de
Guatemala, con la colaboración de miembros de las PAC de San Sebastián Lemoa,
violaron el derecho a la libertad personal de pobladores de comunidades de los
municipios de Santa Cruz del Quiché y Chichicastenango, al detener
arbitrariamente a un número no inferior a 300 personas, entre hombres y
mujeres, niños y ancianos, 40 de ellas plenamente identificadas, como parte de
una acción previamente decidida por el mando militar respectivo.
Asiste a la CEH la
presunción fundada de que la mayoría de las víctimas, cuyo paradero se
desconoce, fueron víctimas de ejecuciones arbitrarias, en violación de su
derecho a la vida.
La CEH ha llegado,
también, a la convicción de que, con motivo de estos hechos, un grupo de veinte
mujeres arbitrariamente detenidas por los mismos efectivos del Ejército fueron
maltratadas psicológica y físicamente por elementos de la Policía Nacional y
que, al menos una, fue objeto de violación sexual, vulnerándose su derecho a la
integridad personal.
La CEH considera que
este caso ilustra la práctica de capturas y desapariciones selectivas, pero que
afectaron a un gran número de personas, sin discriminar género ni edad,
realizada por el Ejército de Guatemala como parte integrante de la lucha
contrainsurgente en la década de los ochenta.
Estas
acciones, que no tienen justificación ni siquiera en el contexto de un
enfrentamiento armado interno, evidencian, además, la impunidad con que podían
proceder los agentes del Estado.
LISTADO DE LAS VÍCTIMAS
Desaparición forzada
Carlos
Salvador Riquiac
Diego
Luarca
Emiliana
Martín Cuy
Fabian
Luarca
Felipe
González
Francisco
Luarca
Gabriel
Morales Pantoj
José
Ventura
Juan
Morales Pérez
Juana
Tiño
María
Luarca
Martín
González
Martín
González Pérez
Mateo
González González
Nicolás
Zapeta
Olivia
Riquiac Martín
Petrona
Luarca
Ramon
Ventura
Salvador
López
Salvador
Tiño
Sebastián
Gomez
Sebastián
González
Tomás
Panto Morales
Tomás
Pérez Quino
Tomás
Pérez Tol
Tomás
Riquiac Cuin
Tomasa
Grijalba
Desaparición forzada, torturas
Josefa
Tiño
Juana
Tenojan
Manuel
Tipaz Mas
Santos
de León Gonzales
Desaparición forzada, tortura y otras violaciones
Sebastián López de
León
Tortura, privación de libertad
María Luarca Chicoy
Julio Gámez
Sebastiana Hernández
López
Martín Chich
Tomás Pérez Pérez
Vicente Cruz
Juan Tipaz
Hermana de Vicente
Cruz
Víctimas colectivas/desconocidas: 261
Fuente: CEH, Guatemala memoria del silencio.
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