Foto tomada de Plaza Pública (http://www.plazapublica.com.gt/). |
Debieron de trascurrir 10 años para que finalmente el acusado llegara a sentarse en el banquillo y respondiera ante la justicia de los crímenes de que se le acusaba. La multiplicidad de vericuetos que parece tener el sistema legal guatemalteco, más la inmunidad de que gozó durante sus tiempos de diputado, contribuyeron a tanta demora.
Cuando finalmente un juez resolvió que el acusado debería enfrentar debate oral y público para responder por las acusaciones, no me hice ilusiones. Pensé que en cualquier momento tal resolución sería revertida y el acusado se burlaría de la justicia con su sonrisa de bufón altanero. Me dije a mí mismo: “No importa. Qué judicialmente se haya reconocido que se cometieron crímenes por parte de un general y que debe ser perseguido penalmente por ello es ya un paso adelante en contra de la impunidad”.
Pero no. El debate inició. Y en la sala de audiencias de la Corte Suprema de Justicia desfilaron uno a uno decenas de testigos de los crímenes de lesa humanidad de que se acusaba al general retirado.
Pero adentro y afuera de la sala de audiencias los defensores del acusado hacían una y mil maromas legales y extralegales para evitar que el debate oral y público continuara. Finalmente lograron que una jueza “interpretara” una resolución de la Corte de Constitucionalidad y “anulara” el debate. Me dije a mí mismo y compartí con algunos amigos: “No importa. El debate podrá anularse pero ya los guatemaltecos urbanos escucharon los testimonios de las víctimas. Ahora nadie con dos dedos de frente y un gramo de decencia podrá decir que las historias de terror del conflicto armado interno son un invento de la guerrilla. Haber escuchado esos testimonios es un paso adelante en contra de la impunidad”.
Pero no. El debate continuó. Y pudimos escuchar al acusado principal. Y habló como cuando era el jefe supremo del ejército, como cuando era el hombre que hacía las leyes, como cuando era el hombre que impartía “justicia” por medio de tribunales de fuero especial. Y finalmente hubo sentencia y condena por genocidio y delito en contra de los deberes de humanidad: 80 años de cárcel.
Nada garantiza que la condena sea irreversible. El condenado y sus amigos siguen teniendo la sartén por el mango. Pero, hoy lo comparto con ustedes, lo que ha logrado la justicia en Guatemala es un paso enorme en la lucha en contra de la impunidad. El muro de la impunidad ha empezado a caer.
Gracias a todos los que hicieron eso posible para Guatemala. Su esfuerzo, su sacrificio, su entrega han empezado a florecer.
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