jueves, 19 de julio de 2012

Bombardeo y masacre en Coyá, San Miguel Acatán, Huehuetenango


Caso ilustrativo No. 84
Bombardeo y masacre en Coyá, San Miguel Acatán, Huehuetenango

I. ANTECEDENTES
A principios de los años setenta la comunidad de la aldea Coyá, municipio de San Miguel Acatán, departamento de Huehuetenango, formada por unas 500 familias indígenas maya q’anjob’al que vivían de la agricultura, fundó una cooperativa que aglutinó a la mayoría de los vecinos de la comunidad.
El Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) empezó a operar por la misma época en la zona. A mediados de la década de los setenta el EGP realizó campañas de concienciación política. Su discurso giraba alrededor de la distribución de la riqueza:
“Nos gustó bastante el mensaje de los guerrilleros. Nos explicaron que en Guatemala sólo los ricos tienen terreno, mientras que son los pobres que trabajan la tierra. ‘Eso no es justo, levantémonos todos para luchar por nuestra tierra’ decían vamos a quitar la tierra a los ricos y repartirlas entre los pobres”.
A partir de 1978 el EGP realizó trabajo organizativo con los pobladores de las comunidades hasta consolidar sus bases sociales. Una viuda comenta sobre las formas de colaboración de la población: “Mi esposo tal vez colaboraba de vez en cuando con la guerrilla dando un dinerito o algo de comida, pero aparte de eso no tenía delito”. Coyá era una de las aldeas que más colaboraba. Un excombatiente guerrillero estima que en Coyá el EGP contaba con el apoyo mayoritario de la comunidad. Sobre la decisión de organizarse, cuentan: “Cuando nos preguntaron de organizarnos con ellos, sólo poca gente no quería, pues todos éramos pobres y todos queríamos vivir mejor”. Se establecieron en la aldea las Fuerzas Irregulares Locales (FIL) y un Comité Clandestino Local (CCL) y los pobladores aprendieron un sistema de autodefensa en caso de un ataque militar. Una de sus estrategias consistía en avisar a las comunidades vecinas para recibir ayuda en caso de emergencia. Según un declarante, “se hacía ruidos con cohetes, cachos, pitos y campanas para avisar cuando una aldea tuviera problemas…
A finales de 1979 el EGP fundó el Frente “Che Guevara”, que operaba en la zona.
A mediados de 1981 miembros del Ejército empezaron a patrullar en el área. En Coyá se produjeron dos incursiones. En una de ellas los pobladores de la aldea, con la ayuda de comunidades vecinas que estaban organizadas, lograron que un grupo de soldados se alejara del lugar. Unas 200 personas gritaban que “…los soldados se vayan. La gente aglomerada cargaba machetes y palos. Los soldados se dieron cuenta que no tenían bastante fuerza y por lo tanto se retiraron”.

II. EL BOMBARDEO
El 19 de julio de 1981, a las seis de la mañana, cerca de 300 efectivos del Ejército destacados en Jacaltenango llegaron a Coyá. Lo hicieron por diferentes vías, algunos incluso por un helicóptero que aterrizó en las inmediaciones de la aldea. Ubicaron morteros y dispararon sobre la comunidad. Los soldados avanzaron, disparando a la gente que encontraba en el camino.
Cuando los pobladores de la comunidad percibieron la presencia del Ejército, dieron aviso a las aldeas vecinas. Hombres de Chimbán, Poza, Ixcaná y Buena Vista acudieron en ayuda de la comunidad de Coyá. Sin embargo, los soldados los interceptaron y mataron a 25 de ellos.
Al inicio del ataque la comunidad creía que con su solo sistema de autodefensa podría obligar a los soldados a irse del lugar, como había sucedido en el pasado. Pero esta vez el sistema no resultó eficaz. Fueron los campesinos quienes en esta ocasión debieron huir.
A las siete y media de la mañana, un avión de guerra comenzó a bombardear la aldea. Una y otra vez sobrevoló la misma dejando caer bombas. La gente corrió a esconderse. Un sobreviviente de la comunidad cuenta: “Nosotros nos escondimos en nuestras casas, abajo de la cama. La bulla era increíble y lloramos de miedo … mucha gente se había escondido en la montaña”.
Luego del ataque aéreo los soldados ingresaron a la aldea. A las personas que encontraron fuera de sus casas, las mataron. También entraron con violencia en varias casas y mataron entre diez y veinte personas, algunas a machetazos y a otras mediante disparos. Las ejecuciones fueron indiscriminadas, como se aprecia por el siguiente testimonio: “Los soldados mataron a cinco personas, incluyendo una nena. Ellos sacaron vivas las cinco de sus casas. Luego balearon a los cuatro adultos y mataron a machetazos a la nena, cortaron su cuerpo. Se oyeron los gritos de las víctimas hasta la comunidad … Mi hija sufrió una bala en el costado. La bala penetró su cuerpo y salió al otro lado”.
No existe una cifra que precise la cantidad de víctimas, debido a que muchas pertenecían a las aldeas vecinas. Sin embargo, sobre la base de los diferentes testimonios y los antecedentes, la CEH estima que en este ataque murieron unas 45 personas.
Después del bombardeo los soldados reunieron en la iglesia a todos los sobrevivientes que encontraron, manteniéndolos encerrados hasta el día siguiente. Un declarante afirma que estando allí “oí cuando el jefe hablaba por radio con la zona de Huehue preguntando si tenían que matar a nosotros. Escuché que contestaron que podían matar sólo a los que tenían armas. Como nadie tenía una arma, no mataron a nadie. Después, una noche y medio día en la iglesia, nos dejaron en libertad”.
Los soldados sacaron a 18 hombres de la iglesia y los encarcelaron durante 18 días, en una casa abandonada de un estadounidense, donde los golpeaban con frecuencia.
Los soldados permanecieron más de dos meses en Coyá. En este tiempo violaron sexualmente a varias mujeres y robaron comida y objetos de valor. “Estos meses eran como una pesadilla. Los soldados nos robaron mucha comida, violaron a muchachas y abusaron mucho a la gente, dando pateadas y andando asustando a mujeres y ancianos. Ellos se comportaban como animales”.

III. MASACRE EN LA MINA EL ROSARIO
El 28 de septiembre de 1981, a la una de la mañana, los soldados sacaron a 29 vecinos, todos hombres, de sus casas. Sus nombres aparecían en una lista como supuestos guerrilleros de la comunidad. Todos eran miembros activos de una cooperativa.
A uno que aparecía en la lista, los soldados le dijeron: “Sálgate, porque esta casa está denunciada”. Al no escuchar respuesta, dispararon. Una bala atravesó la puerta e hirió a la víctima, que se encontraba detrás de ella. Al entrar a la casa lo remataron. Un testigo presencial cuenta: “Los soldados le dijeron ‘eres denunciado’ y le pusieron otra bala”.
Encarcelaron a los hombres en la casa desocupada de un estadounidense. Las esposas de los encarcelados mostraban a los soldados las cédulas de sus maridos para probar que hubo una equivocación en la identidad. De esta forma diez hombres fueron puestos en libertad, al no coincidir sus nombres con los que constaban en la lista. Las mujeres de los 19 que permanecieron detenidos intentaron llevar comida a sus esposos pero los soldados lo impidieron, profiriendo amenazas.
Durante cuatro días los torturaron. Un poblador detalla:
“Los soldados los tenían amarrados como si fueran pelotas, y de hecho durante los cuatro días jugaron fútbol con los pobres señores. Incluso los habían desnudado y de noche los echaron agua. Como que sobre todo en estos meses hace mucho frío en Coyá, los hombres se estaban congelando y temblando de frío … no recibieron ni comida ni agua”.
Otro habitante afirma: “Los soldados los estaban golpeando duro con sus armas, con lazos y con puntapiés. Sangraron bastante y tenían las caras hinchadas”.
El 1 de octubre, en torno a las cinco de la mañana, los soldados sacaron a los presos y los llevaron descalzos, con los pies y las manos amarradas, a una cueva a la par de una antigua mina de cobre, conocida como “El Rosario”. A eso de las siete de la mañana, les dispararon. Luego echaron granadas en la cueva para asegurarse de que ninguna de las 19 víctimas sobreviviese. A lo lejos, la comunidad escuchó el tronar de las armas: “Oímos las bombas hasta aquí en la comunidad … parece que unos hombres sobrevivieron los disparos y por lo tanto los soldados echaron bombas en la cueva para matarlos a todos”.

IV. DESPUÉS DE LOS HECHOS
Días después de la masacre los soldados se retiraron de la aldea y se ubicaron en la cabecera municipal de San Miguel Acatán.
Durante algunos años, en Coyá vivieron únicamente alrededor de 40 familias de las casi 500 que la poblaran originalmente. Las restantes se desplazaron a la montaña o se refugiaron en México.
En 1982, con las personas que se habían quedado en Coyá, el Ejército organizó las Patrullas de Autodefensa Civil (PAC). La ofensiva militar del Ejército provocó un cambio de actitud hacia la guerrilla. La comunidad empezó a rechazarla. Un vecino de la comunidad comentó: “Vimos que la guerrilla nos había engañado con promesas que no podía cumplir y debido a nuestra organización, el Ejército ahora quería matarnos. A partir de este momento ya no queríamos participar con los guerrilleros”.
Aproximadamente año y medio después de la masacre, las viudas auxiliadas por catequistas de la comunidad recuperaron los cadáveres de sus esposos de la cueva en que se encontraban y los enterraron en el cementerio de Coyá.
La CEH solicitó al señor ministro de la Defensa Nacional, por nota de fecha 19 de diciembre de 1997, información con respecto al caso. El ministro respondió el 5 de enero de 1998, negando “rotundamente” la responsabilidad del Ejército de Guatemala. Además informó “…que no obran en los archivos de la Institución Armada registros relacionados con los hechos mencionados…

V. CONCLUSIONES
Estudiados los antecedentes del caso, la CEH llegó a la convicción de que, el 19 de julio de 1981, efectivos del Ejército de Guatemala ejecutaron arbitrariamente a aproximadamente 45 pobladores indefensos —hombres, mujeres y niños— de varias comunidades del municipio San Miguel Acatán, Huehuetenango, al atacar indiscriminadamente la población de Coyá, en violación de su derecho a la vida.
La CEH llegó, también, a la convicción de que, a partir de la misma fecha y durante más de dos semanas, efectivos del Ejército de Guatemala detuvieron arbitrariamente y sometieron a torturas a 18 hombres indefensos, en violación de sus derechos a la libertad e integridad personales.
De igual modo, la CEH arribó a la convicción de que, entre el 28 de septiembre y el 1 de octubre de 1981, efectivos del Ejército violaron sexualmente a dos mujeres, ejecutaron arbitrariamente a una persona y torturaron y ejecutaron arbitrariamente a 19 hombres de Coyá, en violación de sus derechos a la vida y la integridad personal.
La participación de los pobladores de Coyá en organizaciones de apoyo a la guerrilla no otorga justificación alguna, ética o jurídica, a estos crímenes.
La repetición y ensañamiento de los actos de violencia criminal contra los habitantes de la comunidad de Coyá, a los que la Institución Armada identificaba con la guerrilla, demuestra la intención del mando responsable del Ejército de Guatemala de eliminar parcial o totalmente a este grupo étnico. Esta intención se manifestó en las ejecuciones masivas, la tortura, el desplazamiento forzado y la creación de condiciones de vida que podían traer como consecuencia la muerte, por hambre, frío o enfermedad. El conjunto de estos hechos determina su carácter genocida.
Finalmente, el desconocimiento del hecho por el Ministerio de la Defensa Nacional, luego de ser requerido por la CEH, en nada contribuye a la consecución de la verdad y la reconciliación nacional.

LISTADO DE LAS VÍCTIMAS

Ejecución arbitraria
Andrés Juan
Andrés Miguel
Antonio Mateo Andrés
Diego Martín
Dolores Miguel
Juan Andrés
Juan Manuel
Juan Miguel
Juan Miguel
Lorenza Matías Diego
Martín Martín
Manuel Pedro Manuel
Miguel Diego
Miguel Felipe
Miguel Martín
Pascual Felipe
Pascual Pedro Miguel
José Andrés



Ejecución arbitraria, torturas, privación de libertad
Agustín Matías
Alonso Andrés
Alonso Francisco
Andrés Méndez
Baltazar Martín
Diego Sebastián
Diego Tomas
Francisco Diego
Francisco López
Francisco Pascual María
José Martín Pascual
Manuel Andrés
Martín Andrés Méndez
Martín Matías
Martín Pascual Juan
Matías Martín
Mendes Andrés
Miguel Martín Tomas
Miguel Matías

Herido en atentado
Cristóbal Antonio

Otras violaciones
María Francisco Pascual

Víctimas colectivas/desconocidas: 147


Fuente: CEH, Guatemala memoria del silencio.

2 comentarios:

  1. Escuché ese comentario cunado trabajé en este municipio y realmente me impresionó y más ahora en la cual se detallan fechas, nombres y apellidos de las personas que como hoy por reclamar sus derechos son callados por las autoridades.

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  2. Aunque pasen años no se nos olvida y cuando casi llega ese momento alguien siempre nos recuerda que fue lo que ocurrio...¡SI HUBO GENOCIDIO!! SI NO LO DECIMOS LAS PIEDRAS LO GRITARAN...NI PERDON NI OLVIDO JUICIO Y CASTIGO A LOS LADRONES, ASESINOS Y GENOCIDAS...

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