Según dijiste en una oportunidad, la literatura es quizá el producto más sofisticado que haya producido y sigue produciendo Guatemala hasta la fecha. ¿Me podrías explicar por qué?
Porque aquí se produjeron los más importantes textos precolombinos, incluido el único que no pasó por la censura eclesiástica colonial: el Rabinal Achí. Aquí se produjo la obra poética cumbre de la criollez colonial: la Rusticatio Mexicana, de Rafael Landívar. De acá es el segundo gran novelista de Hispanoamérica: José Milla y Vidaurre, con sus novelas histórico-románticas criollas. El romanticismo poético produjo aquí a José Batres Montúfar y a Juan Diéguez Olaverri. El Modernismo originó aquí el prodigio de la prosa de Enrique Gómez Carrillo y Rafael Arévalo Martínez, dos cumbres de esa estética preciosista y ensimismada que revolucionó la lengua castellana y su literatura. En cuanto a las vanguardias, acá surgieron cumbres de la experimentación lingüística como Luis Cardoza y Aragón y Miguel Ángel Asturias. Y escritores posmodernos avant la lettre como Augusto Monterroso y el poeta Carlos Illescas. Igualmente, la novela del realismo social tuvo exponentes célebres como Virgilio Rodríguez Macal y Mario Monteforte Toledo, una tradición que culmina en narradores como Raúl Carrillo y Carlos Navarrete, y que tiene su equivalente poético en el Grupo Saker-ti. Aquí se inventó también la llamada poesía revolucionaria, con Otto René Castillo. Y nuestro país se adelantó al resto de Centro América inaugurando las estéticas de la llamada nueva novela o novela del lenguaje en los años 70, con Marco Antonio Flores, Luis de Lión y mis novelas, y la poesía dio un giro hacia la posmodernidad con Ana María Rodas, Manuel José Arce y Roberto Obregón. En la actualidad, una intensa actividad literaria centrífuga tiene lugar, de la cual en unos diez años podremos hablar con propiedad y responsabilidad crítica. En síntesis, el producto literario guatemalteco es mucho mejor que su café, su cardamomo, sus bananos y su azúcar.
¿Sientes una identidad generacional con los escritores guatemaltecos contemporáneos tuyos?
Mi grupo literario estuvo integrado por Luis de Lión, Marco Antonio Flores, Luis Eduardo Rivera y Enrique Noriega. En los 70 nos preocupaba escribir a la altura del resto de América Latina, lo cual implicaba desembarazarnos del indigenismo y los criollismos, y todos lo logramos. Pero nos dispersaron la guerra y las diferencias por posturas ideológicas de izquierda, las cuales enmascaraban conflictos personales.
¿Por qué el diálogo intergeneracional entre los escritores guatemaltecos se ha vuelto tan dificultoso?
Debido a la falta de formación intelectual, los escritores locales son como los toreros espontáneos que se lanzan al ruedo confiando en lo que perciben como su genialidad y talento extremos. Esa ingenuidad los hace soñar con ser rupturistas, como si se pudiera romper con la generación anterior solo porque uno siente que negando lo anterior se afirma como algo distinto y nuevo. Una ruptura se da por necesidad histórica. Aquí se dio una en los años 70, debido a que las condiciones históricas lo exigían y hubo artistas capaces de realizarla. Por ejemplo, Hugo Carrillo y Manuel José Arce en el teatro, Jorge Sarmientos y Joaquín Orellana en la música, Roberto Obregón, Ana María Rodas y Manuel José Arce en la poesía, el Grupo Vértebra, Luis Díaz y otros en la pintura, y Luis de Lión, Marco Antonio Flores y yo en la novela. Desde entonces no ha habido otro movimiento cultural de todas las artes, quizá debido a la violenta represión de la contrainsurgencia. Nosotros no pudimos comunicarnos con la generación precedente porque esta se hallaba en el exilio. De alguna manera ocurrió algo parecido a la generación que nos sigue a nosotros. Y ahora, los artistas y escritores han sido contaminados por el neoliberalismo cultural y viven sumidos en preocupaciones que tienen que ver más con modas literarias y artísticas y con mecanismos para ubicarse en el mercado de bienes simbólicos, que con la preocupación por la calidad estética de su obra. Esto es algo que solo se puede corregir mediante la convergencia en un movimiento político que haga reflexionar a todos sobre las necesidades estéticas que tiene un país cuya ciudadanía busca transformarlo. Entonces podrá ocurrir otra ruptura artística.
El conflicto armado interno es uno de los hitos históricos que más ha impactado el arte en Guatemala, incluyendo la literatura. ¿Qué piensas de la literatura producida durante la guerra y de la literatura posconflicto?
El conflicto armado forjó toda una expresión literaria que a estas alturas es imprescindible para comprender el país. Además de la poesía revolucionaria, hay una respetable producción novelística, ensayística y testimonial sobre el asunto, la cual se preocupó también de la dimensión estética de su lenguaje. En cuanto a la literatura posconflicto existen dos vertientes: los escritores que se dan cuenta de que las consecuencias del conflicto armado afectan a su generación y logran ver el hilo histórico, y quienes, con una postura nacida de la necesidad de figurar mediáticamente, se perciben como ahistóricos. Estos últimos niegan a la generación del conflicto bajo la dudosa razón de que la guerra no sirvió para nada. Nos acusan de panfletarios, sin detenerse a reflexionar que las novelas de ese período histórico son más subjetivas que políticas. E insisten en desarrollar temáticas individualistas, ensimismadas y de cuatro paredes.
En tu producción literaria, ¿cómo ves el erotismo?
Es algo básico y que está siempre presente, tanto en mi narrativa (por ejemplo, en El esplendor de la pirámide y en El ángel de la retaguardia) como en mi poesía (Epigramas de seducción) y en mis ensayos (Ética de la seducción). En mi novela más reciente, Jinetes en el cielo, es un eje primordial de la historia. El erotismo en la literatura expresa el pálpito de la vida y también la fascinación por la muerte y la autodestrucción. Eso es la sexualidad.
¿Y el erotismo femenino? ¿Crees que es una expresión subversiva en un país fundamentalmente machista?
Es subversiva para los mojigatos, a los cuales vale más ignorar que tratar de escandalizar. El erotis-mo femenino es tan hermoso como el masculino. Aunque, debido a los financiamientos corporativos transnacionales para las luchas feministas, se ha vuelto moda y suele caer en excesos que lo vuelven retórico. Un feminismo sin estridencias, como el de Luz Méndez de la Vega, es mucho más eficaz que los efectismos deliberados de los erotismos agresivos de las feministas antimasculinas. Además, el machismo nuestro es tan obviamente torpe, cursi y ridículo que resulta una pérdida de tiempo evidenciarlo.
¿Cómo funciona el humor en tu obra y en la literatura guatemalteca?
Yo no puedo vivir sin mi sentido del humor. Por eso escribo epigramas y sátiras (muchos de mis artículos periodísticos son sátiras), y en mis novelas siempre hay un distanciamiento que me permite burlarme de mis personajes y de mí mismo de muchas maneras. El sentido del humor de mi generación era negro, ácido y agresivo. Ahora se ha vuelto más distanciadamente irónico y sarcástico. En toda la poesía de Otto René Castillo no hay un solo verso humorístico; todo es solemne y serio. Castillo marxistizó románticamente su catolicismo culposo y su vocación cristiana de mártir, hecho que expresa el enorme peso muerto que todavía tiene la Capitanía General en nuestro mecapal ideológico (colonial y servil) hasta la fecha. Mi generación (que viene después de la de Castillo) fue más optimista y menos necrófila, tal vez por nuestra adhesión al rock and roll y a la cultura juvenilista de los años 60, que ya sorprendió a la generación anterior en el umbral de la adultez. Pero, en general, tanto el humor de entonces como el de ahora sigue siendo negro, sexista y racista, como corresponde a un país oligárquico y militarizado. El sentido del humor chapín es tan suicida como caníbal.
La muerte parece ser omnipresente en Guatemala. ¿Cómo ha impactado esta presencia ominosa en tu obra?
La muerte violenta es la que nos acosa. Lo que hay aquí es una violencia intensa que está presente en la literatura de los 30 para acá, sobre todo en la que se escribe después de 1954, año del truncamiento del proceso de modernización política y económica del país. Esa es su causa moderna.
¿Es la guatemalteca una literatura con vigor universal o estamos demasiado cercanos a nuestras crisis sociales e históricas?
Un escritor es universal en la medida en que sea capaz de llevar lo local a una comprensión general. Hay casos de literatura guatemalteca local que son imprescindibles para el país, como las novelas de Rodríguez Macal, Flavio Herrera y Monteforte Toledo, pero que no alcanzan mayores públicos internacionales. En cambio, las novelas de Asturias son plenamente universales precisamente por ser tan intensamente locales. Y las sátiras (llamadas fábulas) de Monterroso son universales gracias a la denodada lucha de este escritor por entender el sinsentido de su entorno local. Si se es sincero, se puede llegar a transmitir lo local en clave universal.
¿Cómo se escapa la literatura guatemalteca? ¿Qué se esconde bajo la sinuosidad del escape?
Actualmente se escapa de sí misma como expresión de lo social-concreto, en aras de insertarse en modas literarias que puedan llevar al mercado editorial y al éxito de ventas. Así se escapan de sí mismas todas las literaturas en esta era posmo.
FIL
La Feria
Internacional del Libro en Guadalajara
La FIL es la reunión editorial más importante de Iberoamérica. Fue fundada hace 24 años por la Universidad de Guadalajara. En la FIL participan autores de todos los continentes y de diferentes lenguas, y es también un espacio para la discusión académica de los grandes temas que cruzan nuestra actualidad. Este año, la FIL ha invitado a tres escritores guatemaltecos para participar en la mesa de discusión: Erotismo, humor y muerte: Líneas de fuga en la literatura guatemalteca contemporánea, organizada de manera conjunta con la editoral F&G de Guatemala, con la participación de Marco Antonio Flores (Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias 2006), Carol Zardetto (Premio Centroamericano de Novela Mario Monteforte Toledo 2004) y Arturo Arias (Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias 2008).
Según Carol Zardetto, “para enriquecer mi participación en Guadalajara pensé entrevistar a los escritores guatemaltecos sobre nuestra literatura. Así nació este proyecto: publicar las entrevistas de varios escritores guatemaltecos para organizar, al final, una mesa de discusión sobre el tema. A mi juicio resulta importante escuchar y comentar los diversos puntos de vista y criterios para formarse un panorama”.
Publicado en el Diario de Centro América el viernes 29 de octubre de 2010.