Caso ilustrativo No. 84
Bombardeo y masacre en Coyá, San Miguel
Acatán, Huehuetenango
I. ANTECEDENTES
A principios de los
años setenta la comunidad de la aldea Coyá, municipio de San Miguel Acatán,
departamento de Huehuetenango, formada por unas 500 familias indígenas maya
q’anjob’al que vivían de la agricultura, fundó una cooperativa que aglutinó a
la mayoría de los vecinos de la comunidad.
El
Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) empezó a operar por la misma época en
la zona. A mediados de la década de los setenta el EGP realizó campañas de
concienciación política. Su discurso giraba alrededor de la distribución de la
riqueza:
“Nos gustó bastante el mensaje de los guerrilleros. Nos
explicaron que en Guatemala sólo los ricos tienen terreno, mientras que son los
pobres que trabajan la tierra. ‘Eso no es justo, levantémonos todos para luchar
por nuestra tierra’ decían vamos a quitar la tierra a los ricos y repartirlas
entre los pobres”.
A partir
de 1978 el EGP realizó trabajo organizativo con los pobladores de las
comunidades hasta consolidar sus bases sociales. Una viuda comenta sobre las
formas de colaboración de la población: “Mi esposo tal vez colaboraba de vez
en cuando con la guerrilla dando un dinerito o algo de comida, pero aparte de
eso no tenía delito”. Coyá
era una de las aldeas que más colaboraba. Un excombatiente guerrillero estima
que en Coyá el EGP contaba con el apoyo mayoritario de la comunidad. Sobre la decisión de organizarse,
cuentan: “Cuando nos preguntaron de organizarnos con ellos, sólo poca gente
no quería, pues todos éramos pobres y todos queríamos vivir mejor”. Se establecieron en la aldea las
Fuerzas Irregulares Locales (FIL) y un Comité Clandestino Local (CCL) y los
pobladores aprendieron un sistema de autodefensa en caso de un ataque militar.
Una de sus estrategias consistía en avisar a las comunidades vecinas para
recibir ayuda en caso de emergencia. Según un declarante, “se hacía ruidos
con cohetes, cachos, pitos y campanas para avisar cuando una aldea tuviera
problemas…”
A finales de 1979 el
EGP fundó el Frente “Che Guevara”, que operaba en la zona.
A
mediados de 1981 miembros del Ejército empezaron a patrullar en el área. En
Coyá se produjeron dos incursiones. En una de ellas los pobladores de la aldea,
con la ayuda de comunidades vecinas que estaban organizadas, lograron que un
grupo de soldados se alejara del lugar. Unas 200 personas gritaban que “…los
soldados se vayan. La gente aglomerada cargaba machetes y palos. Los soldados
se dieron cuenta que no tenían bastante fuerza y por lo tanto se retiraron”.
II. EL BOMBARDEO
El 19 de julio de
1981, a las seis de la mañana, cerca de 300 efectivos del Ejército destacados
en Jacaltenango llegaron a Coyá. Lo hicieron por diferentes vías, algunos
incluso por un helicóptero que aterrizó en las inmediaciones de la aldea.
Ubicaron morteros y dispararon sobre la comunidad. Los soldados avanzaron,
disparando a la gente que encontraba en el camino.
Cuando los pobladores
de la comunidad percibieron la presencia del Ejército, dieron aviso a las
aldeas vecinas. Hombres de Chimbán, Poza, Ixcaná y Buena Vista acudieron en
ayuda de la comunidad de Coyá. Sin embargo, los soldados los interceptaron y
mataron a 25 de ellos.
Al inicio del ataque
la comunidad creía que con su solo sistema de autodefensa podría obligar a los
soldados a irse del lugar, como había sucedido en el pasado. Pero esta vez el
sistema no resultó eficaz. Fueron los campesinos quienes en esta ocasión debieron
huir.
A las siete y media
de la mañana, un avión de guerra comenzó a bombardear la aldea. Una y otra vez
sobrevoló la misma dejando caer bombas. La gente corrió a esconderse. Un
sobreviviente de la comunidad cuenta: “Nosotros nos escondimos en nuestras
casas, abajo de la cama. La bulla era increíble y lloramos de miedo … mucha
gente se había escondido en la montaña”.
Luego del ataque aéreo los
soldados ingresaron a la aldea. A las personas que encontraron fuera de sus
casas, las mataron. También entraron con violencia en varias casas y mataron
entre diez y veinte personas, algunas a machetazos y a otras mediante disparos.
Las ejecuciones fueron indiscriminadas, como se aprecia por el siguiente
testimonio: “Los soldados mataron a cinco personas, incluyendo una nena.
Ellos sacaron vivas las cinco de sus casas. Luego balearon a los cuatro adultos
y mataron a machetazos a la nena, cortaron su cuerpo. Se oyeron los gritos de
las víctimas hasta la comunidad … Mi hija sufrió una bala en el costado. La
bala penetró su cuerpo y salió al otro lado”.
No existe una cifra
que precise la cantidad de víctimas, debido a que muchas pertenecían a las
aldeas vecinas. Sin embargo, sobre la base de los diferentes testimonios y los
antecedentes, la CEH estima que en este ataque murieron unas 45 personas.
Después del
bombardeo los soldados reunieron en la iglesia a todos los sobrevivientes que
encontraron, manteniéndolos encerrados hasta el día siguiente. Un declarante
afirma que estando allí “oí cuando el jefe hablaba por radio con la zona de
Huehue preguntando si tenían que matar a nosotros. Escuché que contestaron que
podían matar sólo a los que tenían armas. Como nadie tenía una arma, no mataron
a nadie. Después, una noche y medio día en la iglesia, nos dejaron en libertad”.
Los soldados sacaron
a 18 hombres de la iglesia y los encarcelaron durante 18 días, en una casa
abandonada de un estadounidense, donde los golpeaban con frecuencia.
Los
soldados permanecieron más de dos meses en Coyá. En este tiempo violaron
sexualmente a varias mujeres y robaron comida y objetos de valor. “Estos
meses eran como una pesadilla. Los soldados nos robaron mucha comida, violaron
a muchachas y abusaron mucho a la gente, dando pateadas y andando asustando a mujeres
y ancianos. Ellos se comportaban como animales”.
III. MASACRE EN LA
MINA EL ROSARIO
El 28 de septiembre
de 1981, a la una de la mañana, los soldados sacaron a 29 vecinos, todos
hombres, de sus casas. Sus nombres aparecían en una lista como supuestos
guerrilleros de la comunidad. Todos eran miembros activos de una cooperativa.
A uno que
aparecía en la lista, los soldados le dijeron: “Sálgate, porque esta casa
está denunciada”. Al
no escuchar respuesta, dispararon. Una bala atravesó la puerta e hirió a la
víctima, que se encontraba detrás de ella. Al entrar a la casa lo remataron. Un
testigo presencial cuenta: “Los soldados le dijeron ‘eres denunciado’ y le
pusieron otra bala”.
Encarcelaron a los
hombres en la casa desocupada de un estadounidense. Las esposas de los
encarcelados mostraban a los soldados las cédulas de sus maridos para probar
que hubo una equivocación en la identidad. De esta forma diez hombres fueron
puestos en libertad, al no coincidir sus nombres con los que constaban en la
lista. Las mujeres de los 19 que permanecieron detenidos intentaron llevar
comida a sus esposos pero los soldados lo impidieron, profiriendo amenazas.
Durante
cuatro días los torturaron. Un poblador detalla:
“Los soldados los tenían amarrados como si fueran pelotas, y de
hecho durante los cuatro días jugaron fútbol con los pobres señores. Incluso
los habían desnudado y de noche los echaron agua. Como que sobre todo en estos
meses hace mucho frío en Coyá, los hombres se estaban congelando y temblando de
frío … no recibieron ni comida ni agua”.
Otro habitante
afirma: “Los soldados los estaban golpeando duro con sus armas, con lazos y
con puntapiés. Sangraron bastante y tenían las caras hinchadas”.
El
1 de octubre, en torno a las cinco de la mañana, los soldados sacaron a los
presos y los llevaron descalzos, con los pies y las manos amarradas, a una
cueva a la par de una antigua mina de cobre, conocida como “El Rosario”. A
eso de las siete de la mañana, les dispararon. Luego echaron granadas en la cueva
para asegurarse de que ninguna de las 19 víctimas sobreviviese. A lo lejos, la
comunidad escuchó el tronar de las armas: “Oímos las bombas hasta aquí en la
comunidad … parece que unos hombres sobrevivieron los disparos y por lo tanto
los soldados echaron bombas en la cueva para matarlos a todos”.
IV. DESPUÉS DE LOS
HECHOS
Días después de la
masacre los soldados se retiraron de la aldea y se ubicaron en la cabecera
municipal de San Miguel Acatán.
Durante
algunos años, en Coyá vivieron únicamente alrededor de 40 familias de las casi
500 que la poblaran originalmente. Las restantes se desplazaron a la montaña o
se refugiaron en México.
En 1982, con las
personas que se habían quedado en Coyá, el Ejército organizó las Patrullas de
Autodefensa Civil (PAC). La ofensiva militar del Ejército provocó un cambio de
actitud hacia la guerrilla. La comunidad empezó a rechazarla. Un vecino de la
comunidad comentó: “Vimos que la guerrilla nos había engañado con promesas
que no podía cumplir y debido a nuestra organización, el Ejército ahora quería
matarnos. A partir de este momento ya no queríamos participar con los
guerrilleros”.
Aproximadamente año
y medio después de la masacre, las viudas auxiliadas por catequistas de la
comunidad recuperaron los cadáveres de sus esposos de la cueva en que se
encontraban y los enterraron en el cementerio de Coyá.
La
CEH solicitó al señor ministro de la Defensa Nacional, por nota de fecha 19 de
diciembre de 1997, información con respecto al caso. El ministro respondió el 5
de enero de 1998, negando “rotundamente” la responsabilidad del Ejército
de Guatemala. Además informó “…que no obran en los archivos de la
Institución Armada registros relacionados con los hechos mencionados…”
V. CONCLUSIONES
Estudiados los
antecedentes del caso, la CEH llegó a la convicción de que, el 19 de julio de
1981, efectivos del Ejército de Guatemala ejecutaron arbitrariamente a
aproximadamente 45 pobladores indefensos —hombres, mujeres y niños— de varias
comunidades del municipio San Miguel Acatán, Huehuetenango, al atacar
indiscriminadamente la población de Coyá, en violación de su derecho a la vida.
La CEH llegó,
también, a la convicción de que, a partir de la misma fecha y durante más de
dos semanas, efectivos del Ejército de Guatemala detuvieron arbitrariamente y
sometieron a torturas a 18 hombres indefensos, en violación de sus derechos a
la libertad e integridad personales.
De igual modo, la
CEH arribó a la convicción de que, entre el 28 de septiembre y el 1 de octubre
de 1981, efectivos del Ejército violaron sexualmente a dos mujeres, ejecutaron
arbitrariamente a una persona y torturaron y ejecutaron arbitrariamente a 19
hombres de Coyá, en violación de sus derechos a la vida y la integridad
personal.
La
participación de los pobladores de Coyá en organizaciones de apoyo a la
guerrilla no otorga justificación alguna, ética o jurídica, a estos crímenes.
La repetición y
ensañamiento de los actos de violencia criminal contra los habitantes de la
comunidad de Coyá, a los que la Institución Armada identificaba con la
guerrilla, demuestra la intención del mando responsable del Ejército de
Guatemala de eliminar parcial o totalmente a este grupo étnico. Esta intención
se manifestó en las ejecuciones masivas, la tortura, el desplazamiento forzado
y la creación de condiciones de vida que podían traer como consecuencia la
muerte, por hambre, frío o enfermedad. El conjunto de estos hechos determina su
carácter genocida.
Finalmente, el
desconocimiento del hecho por el Ministerio de la Defensa Nacional, luego de
ser requerido por la CEH, en nada contribuye a la consecución de la verdad y la
reconciliación nacional.
LISTADO DE
LAS VÍCTIMAS
Ejecución arbitraria
Andrés
Juan
Andrés
Miguel
Antonio
Mateo Andrés
Diego
Martín
Dolores
Miguel
Juan
Andrés
Juan
Manuel
Juan
Miguel
Juan
Miguel
Lorenza
Matías Diego
Martín
Martín
Manuel
Pedro Manuel
Miguel
Diego
Miguel
Felipe
Miguel
Martín
Pascual
Felipe
Pascual
Pedro Miguel
José
Andrés
Ejecución arbitraria, torturas, privación de libertad
Agustín
Matías
Alonso
Andrés
Alonso
Francisco
Andrés
Méndez
Baltazar
Martín
Diego
Sebastián
Diego
Tomas
Francisco
Diego
Francisco
López
Francisco
Pascual María
José
Martín Pascual
Manuel
Andrés
Martín
Andrés Méndez
Martín
Matías
Martín
Pascual Juan
Matías
Martín
Mendes
Andrés
Miguel
Martín Tomas
Miguel
Matías
Herido en atentado
Cristóbal
Antonio
Otras violaciones
María
Francisco Pascual
Víctimas colectivas/desconocidas: 147
Fuente:
CEH, Guatemala memoria del silencio.
Escuché ese comentario cunado trabajé en este municipio y realmente me impresionó y más ahora en la cual se detallan fechas, nombres y apellidos de las personas que como hoy por reclamar sus derechos son callados por las autoridades.
ResponderBorrarAunque pasen años no se nos olvida y cuando casi llega ese momento alguien siempre nos recuerda que fue lo que ocurrio...¡SI HUBO GENOCIDIO!! SI NO LO DECIMOS LAS PIEDRAS LO GRITARAN...NI PERDON NI OLVIDO JUICIO Y CASTIGO A LOS LADRONES, ASESINOS Y GENOCIDAS...
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