Caso ilustrativo No. 16
Ejecución arbitraria de Mario Mujía Córdoba
I. ANTECEDENTES
En la década de los
setenta se desarrollaron diferentes movimientos estudiantiles y se concretaron
iniciativas de unidad sindical, como fue la constitución de la Central Nacional
de Trabajadores (CNT) y otras entidades que aglutinaron a diferentes
sindicatos.
A partir de 1976 la
actividad de los sindicatos y organizaciones estudiantiles fue notoria. Existen
múltiples antecedentes de que, en esa misma época, sectores económicos
poderosos y las Fuerzas de Seguridad del Estado actuaron coordinadamente, con
el propósito de desarticular, en particular, la actividad sindical. En este contexto se produjo una
serie de violaciones de derechos humanos contra estudiantes, obreros,
campesinos y profesionales que formaban parte de aquellas organizaciones.
Antecedentes en
poder de la CEH indican que, en aquella época, empresarios entregaban listados
de líderes sindicales y obreros a altos funcionarios de Gobierno encargados de
las fuerzas de seguridad, con el fin de que trabajadores que consideraban
molestos o que representaban algún peligro para sus intereses empresariales
fueran eliminados.
La CNT se
expandió y procedió a una reorganización interna, para atender diferentes
demandas que se le presentaban, especialmente en asesoría legal. Estableció
también una división por zonas geográficas, en cada una de las cuales fueron
designados un responsable del área jurídica y otro de organización.
Mario Mujía Córdoba
era en 1977 encargado de organización de la CNT en Huehuetenango. Fue el actor
principal de la apertura de la sección huehueteca de la CNT. Además, era
estudiante de Fruticultura en el Centro Universitario de NorOccidente de la
Universidad de San Carlos de Guatemala (CUNOROC), en la que también se proyectó
como líder estudiantil.
Mario Mujía Córdoba
promovió la organización sindical en las empresas Santa Agape, Corral Chiquito,
Minas de Ixtahuacán y en el Proyecto Lingüístico Francisco Marroquín.
La empresa Corral
Chiquito producía anzuelos, mientras que la actividad productiva de la empresa
Santa Agape consistía en la fabricación de juguetes para perros, elaborados en
cuero. La mano de obra era guatemalteca y el producto llevaba las etiquetas
impresas en inglés, para su comercialización y venta en los Estados Unidos. En
1973, la empresa Santa Agape fue vendida a la compañía estadounidense Miller
Morton Company. El gerente en Guatemala era José Leopoldo Zúñiga Seigne.
El Proyecto
Lingüístico había abierto escuelas de español en Antigua Guatemala,
Quetzaltenango y Huehuetenango, donde funcionaba el centro de Investigaciones
Lingüísticas sobre idiomas mayas y una editorial. Su sindicato fue fundado por
maestros de español de las tres áreas geográficas.
Mujía logró
proyección nacional como líder sindical al formar el Sindicato Minas de
Ixtahuacán Huehuetenango, y como promotor de una marcha de los mineros, que
habían sufrido represalias, despidos injustificados y desconocimiento de su
organización sindical.
Los trabajadores de
las minas laboraban en condiciones infrahumanas y percibían un salario de 80 centavos de quetzal por día
trabajado (menos de 80 centavos de dólar). Al organizarse, demandaron mejores
condiciones de trabajo y un salario justo, pero no obtuvieron una respuesta
favorable de los patronos y hubieron de enfrentar una actitud apática de los
funcionarios del Ministerio de Trabajo.
Mario
Mujía promovió, en noviembre de 1977, la marcha de los mineros de Ixtahuacán,
que fue la movilización humana más importante de la década. Agrupó a gente de
otras organizaciones sindicales que se sumaron, a lo largo de aquella semana,
al recorrido de más de 300 kilómetros, desde Ixtahuacán hasta la ciudad de
Guatemala. Mujía marchó junto a los mineros.
Miles de personas
ingresaron con la manifestación en la ciudad, hasta concluir su recorrido
frente al Palacio Nacional. Los mineros atribuyeron a esa marcha la
autorización de su sindicato, por parte del Gobierno, y la reinstalación de los
trabajadores despedidos.
También en ese año
los trabajadores de las empresas Santa Agape y Corral Chiquito negociaron con
sus patronos nuevas condiciones de trabajo, que incluían mejoras salariales.
Sin embargo, los patronos se opusieron a la actividad de los sindicatos en sus
empresas, ya que al permitirlo, según su opinión, se estaría afectando la libre
empresa.
Mario
Mujía recibió amenazas contra su integridad física y de muerte mediante cartas
anónimas. Sus compañeros de la CNT le recomendaron salir de Huehuetenango, pero
él decidió quedarse allí.
II. LOS HECHOS
El 20 de julio de
1978, Mario Mujía Córdoba terminó de almorzar y se dirigió a la sede de la CNT,
ubicada en el segundo nivel de una casa cercana al Parque Central de
Huehuetenango. A poca distancia de la sede se encontraba la agencia del Banco
de Guatemala, local que se mantenía permanentemente vigilado y protegido por
elementos de seguridad. Su esposa lo acompañó hasta la entrada de la oficina.
Observaba que “Mario se mostraba preocupado en los últimos días; en
ocasiones le hablaba y parecía que no escuchaba”.
Cerca de las tres de
la tarde, la víctima se encontraba en su oficina donde asesoraba a diario a
trabajadores con problemas laborales, cuando “entraron dos hombres para él
desconocidos a preguntarle si alquilaba cuartos; que iban mandados por Leopoldo
Zúñiga … Uno de los individuos le hizo seis disparos y rápido se ausentaron”. Los atacantes de la víctima tenían
apariencia de campesinos ladinos, portaban sombreros de petate de ala ancha y
lentes oscuros.
A
pesar de las múltiples heridas recibidas, Mario Mujía logró arrastrarse, bajar
las escaleras y salir a la calle a pedir auxilio. Unos transeúntes, al verlo
tirado y sangrando en la acera, llamaron a los bomberos, quienes lo condujeron
al hospital del Seguro Social. Dado que éste no podía brindarle la asistencia médica
adecuada, debió ser trasladado al Hospital Nacional de la localidad.
La población de
Huehuetenango se consternó al conocer la noticia del ataque. Representantes del
CUNOROC llegaron al lugar unos minutos después del hecho y procedieron a
realizar diversas gestiones ante la Policía Nacional, los ministros de
Gobernación y de la Defensa Nacional, y hasta el presidente de la República,
para exigir que se investigara lo sucedido y aplicar la ley a los responsables.
Aquella misma noche,
estudiantes universitarios y de educación media de la localidad decidieron
montar guardia en las afueras del hospital, con el propósito de evitar un nuevo
atentado. Varias autoridades militares se presentaron al lugar para conocer el
estado de salud de la víctima; sin embargo, los estudiantes se opusieron y
exigieron al médico de turno que les negara el ingreso.
Al día siguiente, 21
de julio, autoridades del CUNOROC, estudiantes, docentes, sindicalistas,
empleados municipales y representantes de la CNT de Guatemala y Quetzaltenango,
planificaron una manifestación de protesta que se realizó el día 22, en la que
participaron cientos de personas. Salieron del Centro Universitario de la
localidad y recorrieron las principales calles de Huehuetenango hasta llegar al
Parque Central, donde se realizó un mitin con la intervención de varios
dirigentes que condenaron airadamente el hecho criminal sufrido por Mario
Mujía.
No obstante el grave
estado en que se encontraba, la víctima pudo declarar ante el juez de paz,
relatando los detalles del hecho y acusando formalmente al empresario Leopoldo
Zúñiga como responsable del atentado sufrido.
Ante su estado cada
vez más grave, dirigentes de la CNT gestionaron el traslado de la víctima a un
hospital privado de la ciudad de Guatemala, para que recibiera una atención
médica más apropiada. Mario Mujía fue trasladado en avión el 23 de julio a las
siete de la mañana. En el vuelo acompañaron a la víctima su esposa, su hermano,
un dirigente de la CNT, un médico y dos enfermeras del hospital Herrera
Llerandi.
Durante el viaje,
por su gravedad, sufrió un paro cardíaco y, aún con vida, luego del aterrizaje
en la ciudad capital fue trasladado, pero falleció al ingresar en el hospital.
El médico forense estableció como causa de la muerte “herida penetrante del
abdomen producida por proyectil de arma de fuego”.
Ese mismo día, en
horas de la tarde, sus compañeros trasladaron de regreso a Huehuetenango el
cadáver de la víctima, donde fue recibido por representantes de todos los
sectores de la sociedad, quienes condenaron el hecho.
La CNT declaró 1978 “año
del mártir Mario Mujía”.
III. DESPUÉS DE LOS
HECHOS
Investigación
judicial y ejecución arbitraria de Leopoldo Zúñiga Seigne
Como consecuencia de
la sindicación formal que hizo Mario Mujía ante el juez de paz contra el
empresario Leopoldo Zúñiga, éste fue objeto de investigación como presunto
responsable del atentado y estuvo detenido, al igual que un empleado de su
confianza.
Ambos fueron
sometidos a un proceso penal, del cual quedaron desvinculados por falta de
pruebas de conformidad con la sentencia emitida por el juez primero de Primera
Instancia de Huehuetenango, de fecha 8 de enero de 1979.
Luego de esa
resolución las entidades encargadas de administrar justicia no realizaron
ninguna investigación dirigida a la determinación de los autores materiales e
intelectuales del crimen. La ejecución de Mario Mujía quedó en la impunidad,
provocando frustración y descontento en diferentes sectores de la población.
El
1 de marzo de 1979 Leopoldo Zúñiga Seigne fue ejecutado por integrantes de las Fuerzas
Armadas Rebeldes (FAR) que se atribuyeron el hecho mediante un comunicado
difundido el día 10 de marzo. Además,
esta acción fue reconocida ante la CEH.
Continuó la persecución
contra los sindicatos
La persecución
contra organizaciones sindicales continuó. En 1980 la CNT debió cerrar su
oficina en Huehuetenango, en tanto que la sede central ubicada en ciudad de
Guatemala fue allanada; posteriormente los sindicalistas debieron disponer su
cierre. En 1981 éstos y sus asesores se vieron obligados a salir del país, como
consecuencia de las amenazas e intimidaciones que sufrían.
Los hechos de
violencia continuaron también contra sindicalistas de las Minas de Ixtahuacán.
En febrero de 1981 fue capturado y desaparecido Luis Federico Castillo
Mauricio, secretario del
sindicato.
En abril fue ejecutado Joaquín
Ranferi Aguirre Villatoro, miembro del mismo sindicato y líder socialdemócrata. En mayo fue amenazado el vocal del
sindicato, Salvador Ordóñez Ramos, quien por medidas de seguridad abandonó el
país. Estos hechos,
sumados a la muerte de Mario Mujía, tuvieron como consecuencia la disolución
del sindicato de los mineros.
IV. CONCLUSIONES
La CEH, luego de
analizados todos los antecedentes reunidos, presume fundadamente que la muerte
de Mario Mujía fue causada por sujetos que actuaron por encargo de terceros,
posiblemente particulares, quienes contaron con la tolerancia o, en todo caso,
con la posterior protección y encubrimiento del Estado. Debido a esta última
circunstancia, su muerte constituye una violación a los derechos humanos.
Los antecedentes
fundamentales de esta presunción tienen relación con varios aspectos, tales
como el procedimiento empleado por los autores y sus dichos, la calidad de la
víctima y la reacción de las autoridades encargadas de investigar el crimen.
La CEH también consideró el
contexto en que éste fue perpetrado, el cual se caracterizó por otros atentados
a la vida y la seguridad de numerosos dirigentes sindicales, anteriores y
posteriores al caso investigado, y por una situación que no permitía concebir
la comisión de un hecho de esta naturaleza y su posterior impunidad sin que el
Estado lo hubiese tolerado o encubierto.
Además, la CEH se
formó la convicción plena de que, en este caso, las autoridades responsables
del Estado de Guatemala incumplieron deliberadamente su deber de investigar el
hecho y sancionar a los responsables, violando el derecho a la justicia, puesto
que, a pesar de que Mario Mujía alcanzó a realizar señalamientos contra
determinadas personas, el crimen quedó en la impunidad.
La CEH considera que la ejecución
arbitraria de Mario Mujía Córdoba es representativa de las represalias y
violaciones de derechos humanos sufridas, en la segunda mitad de la década de
los setenta, por sindicalistas que pretendían sostener sus organizaciones y
hacer valer sus derechos. Estos dirigentes se enfrentaron a acciones tendientes
a impedir todo intento de organización social, coordinadas por sectores
económicamente poderosos que contaron con la tolerancia del Estado y que
concretaron, incluso, la eliminación de líderes y asesores sindicales. Esta
política logró en buena medida su objetivo, al producirse la disolución de
importantes sindicatos, como el de los mineros de Ixtahuacán, el cierre de la
CNT en Huehuetenango y, finalmente, el allanamiento y posterior clausura de la
sede central de esa entidad en Guatemala.
Del mismo modo, en
la investigación del caso que afectó a Leopoldo Zúñiga, la CEH adquirió la
convicción de que esta persona fue víctima de una ejecución arbitraria
perpetrada por miembros de las Fuerzas Armadas Rebeldes, quienes lo privaron de
su derecho a la vida, en clara infracción a las reglas del Derecho
Internacional Humanitario y a los principios comunes del Derecho Internacional
de los Derechos Humanos.
Para alcanzar esta
convicción, la CEH tuvo en cuenta, como elementos de plena prueba, el
Comunicado de las FAR del 10 de marzo de 1979 y, especialmente, el
reconocimiento del hecho ante la Comisión, gesto que debe valorarse
positivamente, desde la perspectiva de la reconciliación nacional.
La CEH considera que
la ejecución arbitraria de Leopoldo Zúñiga Seigne, es ilustrativa de la
estrategia guerrillera de “ajusticiar”, al margen de toda ley y violando
las normas de la guerra, a personas que no eran combatientes y a quienes
consideraba enemigos políticos, cuya muerte quedó también en la impunidad.
Finalmente, la CEH
estableció también, en la investigación de los respectivos casos, la presunción
fundada de que Luis Federico Castillo Mauricio fue víctima de desaparición
forzada cometida por agentes del Estado y que Joaquín Ranferi Aguirre Villatoro
fue también víctima de agentes estatales, constituyendo su muerte una ejecución
arbitraria.
La CEH considera
que, tanto el tipo de “represalia” de la guerrilla, manifestado en la
ejecución de Leopoldo Zúñiga, como la subsiguiente represión criminal de
sindicalistas ilustran cómo opera, en un enfrentamiento fratricida, el círculo
vicioso de la violencia, al que tanto ha costado poner fin en Guatemala.
Fuente:
CEH, Guatemala memoria del silencio.
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