jueves, 12 de julio de 2012

Desaparición forzada del locutor y maestro José Arnoldo Guilló Martínez


Caso ilustrativo No. 41
Desaparición forzada del locutor y maestro José Arnoldo Guilló Martínez
“El rostro de la señora de Guilló refleja el dolor, el insomnio y las penas que destruyeron felicidad y juventud. Los hijos menores de edad ya comprenden el dolor que les aqueja ba, sabiendo que hombres desconocidos habían arrancado de sus brazos a su padre y perdieron la alegría natural de los niños”.

I. ANTECEDENTES
El locutor José Arnoldo Guilló Martínez nació el 27 de septiembre de 1930 en la ciudad de Escuintla. Realizó sus estudios primarios en esta cabecera departamental y se graduó de maestro de Educación Primaria en el Instituto Nacional de Varones de Occidente (INVO) de la ciudad de Quetzaltenango. Desde muy joven simpatizó con la izquierda, influido por los acontecimientos de la revolución de 1944 y por los sucesos del Gobierno del coronel Jacobo Arbenz Guzmán, derrocado en 1954.
Durante el Gobierno de Arbenz, Guilló Martínez trabajó en la Radio Nacional TGW, en ciudad de Guatemala, donde su voz se dio a conocer a través de varios programas oficiales, entre ellos el radioperiódico Recortes de prensa. Cuando el Gobierno fue derrocado y asumió la jefatura de Estado Carlos Castillo Armas, de posición anticomunista, Guilló dejó la locución en la radio oficial TGW.
Ante estas circunstancias, volvió a radicarse en su ciudad natal, Escuintla, donde se dedicó ante todo a su profesión de maestro, prestando también servicios en entidades públicas y privadas. Asimismo continuó con su carrera de locutor, trabajando en Radio Sur y Radio Palmeras.
Al mismo tiempo, Guilló colaboraba, en calidad de voluntario, con la Pastoral Radial de los sacerdotes belgas de la Congregación del Inmaculado Corazón de María. Desde Radio Sur se hacían dos transmisiones semanales dirigidas a los sectores más desfavorecidos del área. “A lo largo del programa ‘La vida de los santos’, tratamos de hacer entender a la gente que había persecución e injusticias … siempre con un sentido social bastante fuerte”.
Por otro lado, José Guilló mantuvo vinculación con el Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT).
En 1966 Julio César Méndez Montenegro asumió la presidencia de la República, postulado por el Partido Revolucionario (PR) y apoyado por una amplia coalición de organizaciones de oposición. La reserva que los mandos militares mantenían hacia los triunfadores concluyó con el “pacto secreto” entre el PR y el Ejército, que incluía el compromiso de aplicar las leyes anticomunistas, combatir la guerrilla y mantener la autonomía de las fuerzas armadas, cediéndole amplios poderes ejecutivos, en perjuicio del poder civil.
A mediados de 1966 surgieron los primeros “escuadrones de la muerte”. En concreto Mano Blanca, organización respaldada política y económicamente por elementos de extrema derecha para erradicar el comunismo, que hizo pública por primera vez su existencia el 3 de junio de 1966. En 1967 éste y otros grupos similares empezaron a imponer el terror difundiendo volantes con listas de personas a quienes calificaban de comunistas y amenazaban de muerte.
Las acciones de la Mano Blanca afectó, en particular, al sector estudiantil y profesional del país y los universitarios denunciaron públicamente las intimidaciones y amenazas de que eran objeto.
En el mes de junio de 1967 unos desconocidos pintaron en la casa de José Guilló una cruz negra y una mano, y además su nombre apareció incluido en una lista de amenazados de muerte por la Mano Blanca. La familia pudo constatar que en ninguna otra casa de la colonia Quetzal, donde residían, había sucedido algo similar. Como medida de precaución, “se mantienen alerta, porque sus convicciones revolucionarias, en contra de las injusticias son conocidas y él mantiene una militancia clandestina con el PGT, que algunos pueden suponer”.

II. LOS HECHOS
El 12 de julio de 1967, a las siete y veinte de la mañana, hombres armados y vestidos de civil que se circulaban en un carro celeste con capota blanca, marca Ford, placas P38485, después de herirle con un disparo de arma de fuego en la pierna, secuestraron con violencia al locutor y maestro José Arnoldo Guilló Martínez, en la colonia Quetzal, de la cabecera departamental de Escuintla.
La víctima se encontraba acompañada de su esposa y sus tres hijos, a una cuadra de su casa, en la parada de autobuses sita en la intersección de la primera avenida y el camino que conduce a la finca Concepción, Escuintla. Estaban esperando un autobús con dirección al centro de la ciudad, cuando el carro celeste se detuvo frente al grupo familiar y sus ocupantes atacaron a José Guilló. Este intentó oponer resistencia. Ante la reacción de la víctima, los agresores abrieron fuego hiriéndolo en la pierna derecha. Este cayó al suelo y fue recogido por sus agresores, que le introdujeron en el vehículo, alejándose a toda velocidad.
Los secuestradores de José Guilló actuaron mostrando absoluta seguridad: “Actuaban sin miedo, como si nada, a pesar que tanta gente los estaba mirando. Cuando ya lo tenían herido y él gritó de dolor, lo cargaron en ‘zopilotillo’ y lo tiraron al carro y se lo llevaron”.
Ese mismo día, 12 de julio los familiares de la víctima denunciaron el hecho ante la Policía Nacional, aportando los datos que tenían sobre los autores del atentado y las características del carro en que le secuestraron. La actitud de los agentes pareció extraña a los denunciantes: “Se tardaron en hacer el parte, casi dibujaban la letra; total, dijeron … que no tenían conocimiento. Ganando tiempo tal vez”.
Más tarde, fuentes policiales indicaron que el número de placa reportado no había sido otorgado aún, lo que les hizo suponer que el mismo fue alterado. El gobernador departamental de Escuintla, coronel Saturnino Barrera, informó que se había entrevistado con el ministro de Gobernación para hacerle saber las actividades que realizaba la Policía para localizar al profesor y locutor José Guilló y que contaban con algunas pistas para dar con su paradero, pero finalmente no obtuvieron ningún resultado.

III. DESPUÉS DE LOS HECHOS
En los meses siguientes, los familiares de la víctima emprendieron una campaña de divulgación con la intención de rescatarle con vida. Como reacción ante esta actitud, personas vinculadas a las Fuerzas de Seguridad intimidaron a los promotores de la campaña con amenazas veladas.
Un testigo directo afirma que durante una entrevista para el periódico Impacto, en la que afirmaba que la Policía era responsable del secuestro y desaparición de José Guilló, se le acercó una persona con la cual mantuvo la siguiente conversación:
“Usted ... ¿vio que era la policía?Sí, le dije yo, eran policías, sólo que vestidos de particular.Entonces ellos se identificaron, me dijo.Esos desgraciados no se identifican, le dije yo.¿Le quedan hijos señora?, me dijo él.Sí, le dije, me quedan tres.Entonces no diga que fue la policía, me dijo. Yo no sé [si] fue un aviso o una advertencia. Lo cierto es que, yo …mi calvario fue duro, porque yo … fui a policías, yo … fui a los anfiteatros buscándolo y nunca, nunca apareció”.
En septiembre se publicó la noticia de que había aparecido el cadáver del locutor Guilló, pero la familia confirmó que no era cierto. Este hecho ocurrió después que la esposa del desaparecido publicó una carta con un llamado a los secuestradores de su esposo, para que le perdonaran la vida y se compadecieran del sufrimiento de ella y sus tres hijos. “No lo maten por favor, déjenlo vivo, nosotros lo necesitamos”, fue el dramático llamado de la esposa de la víctima.
Días después dos hombres visitaron la casa de la familia Guilló. Uno de ellos “era aquel que le decían ‘Huevo Loco’, este Córdoba Molina”. Este había sido policía, pero ya no pertenecía a los cuadros de la institución; sin embargo, se decía que colaboraba “bajo de agua” con la misma. El visitante dijo que “él sabía que en la casa escondíamos personas”. Luego de varias preguntas, Córdoba Molina y su acompañante se retiraron.
La familia Guilló conoció rumores que indicaban que habían encontrado a José e incluso recibieron noticias sobre la aparición de su cadáver y posterior autopsia. Sin embargo, no lograron esclarecer la veracidad de estas informaciones.
Durante los años que siguieron al hecho, la esposa de José Guilló luchó por conocer su paradero e integró en 1967 la primera organización de familiares de desaparecidos.
 “Yo moví cielo y tierra … Cada persona que le desaparecían a sus parientes la llamábamos para que nos uniéramos. Participamos con una manta el 1 de mayo y nuestra manta decía: ‘Familiares de las Víctimas de la Represión’. Yo hablé en la Concha Acústica [del parque Centenario] ese 1968. Y hubiera sido capaz de todo por saber de Pepe. Esos años fueron terribles. Los desaparecidos de esos años son incontables, todos los días llevaban muertos al hospital”.
La desaparición de Guilló, además del dolor y la angustia que generó en su familia, tuvo otro tipo de consecuencias negativas: en el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) su señora no podía reclamar las prestaciones sin la prueba de la muerte de su esposo, con el agravante de que después de tres meses se perdía el derecho a las mismas; la casa que habitaban pertenecía al Instituto Nacional de Vivienda (INVI) que debían continuar pagando sin el apoyo del padre de familia; el salario devengado hasta su desaparición estuvo retenido, puesto que el Ministerio de Hacienda tenía en estudio el caso. En fin, “en todos lados me piden un poder firmado por mi esposo, como que de viaje se hubiera ido”.
Ante la imposibilidad de localizar a su cónyuge desaparecido, la señora tramitó ante el juez competente la declaración de muerte presunta y, luego de múltiples diligencias, logró una resolución favorable.

IV. CONCLUSIONES
Atendiendo a los antecedentes del caso y en particular, a la militancia política de la víctima, su función en la Pastoral Radial de la Iglesia Católica en programas de denuncia y sensibilización, las acciones del escuadrón de la muerte Mano Blanca, el procedimiento utilizado por los autores y la reacción de las autoridades encargadas de investigar el crimen, la CEH ha llegado a la convicción fundada de que José Guilló Martínez fue capturado por agentes del Estado o por personas que contaron con su aquiescencia o autorización, presumiblemente integrantes de la organización Mano Blanca, ocultando posteriormente su paradero. La acción constituyó, entonces, una desaparición forzada y, por lo tanto, una gravísima violación a los derechos humanos.
La inexistencia de una seria investigación posterior, por parte de los agentes estatales encargados de tal obligación, lleva además a la CEH a la convicción de que las autoridades del Estado de Guatemala incumplieron con su deber de investigar los hechos y sancionar a los responsables, violando el derecho a la justicia.
Asimismo, la CEH considera que el presente caso es ilustrativo del modus operandi e impunidad con que operaron los grupos paramilitares de extrema derecha en su objetivo de eliminar a aquellas personas que consideraban opositoras al régimen vigente.


Fuente: CEH, Guatemala memoria del silencio.

3 comentarios:

  1. Senor Figueroa,
    Gracias por este "in memoriam" para mi tio Jose Guillo. Quiero dejarle saber que la esposa de mi tio acaba de cumplir 80 anos y gracias a Dios esta bien al igual que sus hijos. Mis primos y ella nunca olvidaron a mi tio y aun les duele mucho su dolorosa muerte.

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    1. Qué bueno que haya personas que aún lo recuerden y mantengan viva la memoria de este tipo de crímenes!

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  2. Gracias por este "in memorium" para mi tio Pepe.

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