Caso ilustrativo No. 41
Desaparición forzada
del locutor y maestro José Arnoldo Guilló Martínez
“El
rostro de la señora de Guilló refleja el dolor, el insomnio y las penas que
destruyeron felicidad y juventud. Los hijos menores de edad ya comprenden el
dolor que les aqueja ba, sabiendo que hombres desconocidos habían arrancado de
sus brazos a su padre y perdieron la alegría natural de los niños”.
I. ANTECEDENTES
El locutor José
Arnoldo Guilló Martínez nació el 27 de septiembre de 1930 en la ciudad de
Escuintla. Realizó sus estudios primarios en esta cabecera departamental y se
graduó de maestro de Educación Primaria en el Instituto Nacional de Varones de
Occidente (INVO) de la ciudad de Quetzaltenango. Desde muy joven simpatizó con
la izquierda, influido por los acontecimientos de la revolución de 1944 y por
los sucesos del Gobierno del coronel Jacobo Arbenz Guzmán, derrocado en 1954.
Durante el Gobierno
de Arbenz, Guilló Martínez trabajó en la Radio Nacional TGW, en ciudad de
Guatemala, donde su voz se dio a conocer a través de varios programas
oficiales, entre ellos el radioperiódico Recortes de prensa. Cuando el Gobierno
fue derrocado y asumió la jefatura de Estado Carlos Castillo Armas, de posición
anticomunista, Guilló dejó la locución en la radio oficial TGW.
Ante estas
circunstancias, volvió a radicarse en su ciudad natal, Escuintla, donde se
dedicó ante todo a su profesión de maestro, prestando también servicios en
entidades públicas y privadas. Asimismo continuó con su carrera de locutor,
trabajando en Radio Sur y Radio Palmeras.
Al mismo tiempo,
Guilló colaboraba, en calidad de voluntario, con la Pastoral Radial de los
sacerdotes belgas de la Congregación del Inmaculado Corazón de María. Desde
Radio Sur se hacían dos transmisiones semanales dirigidas a los sectores más
desfavorecidos del área. “A lo largo del programa ‘La vida de los santos’,
tratamos de hacer entender a la gente que había persecución e injusticias …
siempre con un sentido social bastante fuerte”.
Por otro lado, José
Guilló mantuvo vinculación con el Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT).
En 1966 Julio César
Méndez Montenegro asumió la presidencia de la República, postulado por el
Partido Revolucionario (PR) y apoyado por una amplia coalición de
organizaciones de oposición. La reserva que los mandos militares mantenían
hacia los triunfadores concluyó con el “pacto secreto” entre el PR y el
Ejército, que incluía el compromiso de aplicar las leyes anticomunistas,
combatir la guerrilla y mantener la autonomía de las fuerzas armadas,
cediéndole amplios poderes ejecutivos, en perjuicio del poder civil.
A mediados de 1966
surgieron los primeros “escuadrones de la muerte”. En concreto Mano
Blanca, organización
respaldada política y económicamente por elementos de extrema derecha para
erradicar el comunismo, que hizo pública por primera vez su existencia el 3 de
junio de 1966. En 1967 éste y otros grupos similares empezaron a imponer el
terror difundiendo volantes con listas de personas a quienes calificaban de
comunistas y amenazaban de muerte.
Las acciones de la
Mano Blanca afectó, en particular, al sector estudiantil y profesional del país
y los universitarios denunciaron públicamente las intimidaciones y amenazas de
que eran objeto.
En
el mes de junio de 1967 unos desconocidos pintaron en la casa de José Guilló
una cruz negra y una mano, y además su nombre apareció incluido en una lista de
amenazados de muerte por la Mano Blanca.
La familia pudo constatar que en ninguna otra casa de la colonia
Quetzal, donde residían, había sucedido algo similar. Como medida de precaución,
“se mantienen alerta, porque sus convicciones revolucionarias, en contra de
las injusticias son conocidas y él mantiene una militancia clandestina con el
PGT, que algunos pueden suponer”.
II. LOS HECHOS
El 12 de
julio de 1967, a las siete y veinte de la mañana, hombres armados y vestidos de
civil que se circulaban en un carro celeste con capota blanca, marca Ford,
placas P38485, después de herirle con un disparo de arma de fuego en la pierna,
secuestraron con violencia al locutor y maestro José Arnoldo Guilló Martínez,
en la colonia Quetzal, de la cabecera departamental de Escuintla.
La víctima se
encontraba acompañada de su esposa y sus tres hijos, a una cuadra de su casa,
en la parada de autobuses sita en la intersección de la primera avenida y el
camino que conduce a la finca Concepción, Escuintla. Estaban esperando un
autobús con dirección al centro de la ciudad, cuando el carro celeste se detuvo
frente al grupo familiar y sus ocupantes atacaron a José Guilló. Este intentó
oponer resistencia. Ante la reacción de la víctima, los agresores abrieron
fuego hiriéndolo en la pierna derecha. Este cayó al suelo y fue recogido por
sus agresores, que le introdujeron en el vehículo, alejándose a toda velocidad.
Los secuestradores
de José Guilló actuaron mostrando absoluta seguridad: “Actuaban sin miedo,
como si nada, a pesar que tanta gente los estaba mirando. Cuando ya lo tenían
herido y él gritó de dolor, lo cargaron en ‘zopilotillo’ y lo tiraron al carro
y se lo llevaron”.
Ese mismo día, 12 de
julio los familiares de la víctima denunciaron el hecho ante la Policía
Nacional, aportando los datos que tenían sobre los autores del atentado y las
características del carro en que le secuestraron. La actitud de los agentes
pareció extraña a los denunciantes: “Se tardaron en hacer el parte, casi
dibujaban la letra; total, dijeron … que no tenían conocimiento. Ganando tiempo
tal vez”.
Más
tarde, fuentes policiales indicaron que el número de placa reportado no había
sido otorgado aún, lo que les hizo suponer que el mismo fue alterado. El
gobernador departamental de Escuintla, coronel Saturnino Barrera, informó que
se había entrevistado con el ministro de Gobernación para hacerle saber las
actividades que realizaba la Policía para localizar al profesor y locutor José
Guilló y que contaban con algunas pistas para dar con su paradero, pero finalmente no obtuvieron ningún
resultado.
III. DESPUÉS DE LOS
HECHOS
En los meses
siguientes, los familiares de la víctima emprendieron una campaña de
divulgación con la intención de rescatarle con vida. Como reacción ante esta
actitud, personas vinculadas a las Fuerzas de Seguridad intimidaron a los
promotores de la campaña con amenazas veladas.
Un testigo
directo afirma que durante una entrevista para el periódico Impacto, en la que
afirmaba que la Policía era responsable del secuestro y desaparición de José
Guilló, se le acercó una persona con la cual mantuvo la siguiente conversación:
“Usted ... ¿vio que era la policía?Sí, le dije yo, eran
policías, sólo que vestidos de particular.Entonces ellos se identificaron, me
dijo.Esos desgraciados no se identifican, le dije yo.¿Le quedan hijos señora?,
me dijo él.Sí, le dije, me quedan tres.Entonces no diga que fue la policía, me
dijo. Yo no sé [si] fue un aviso o una advertencia. Lo cierto es que, yo …mi
calvario fue duro, porque yo … fui a policías, yo … fui a los anfiteatros
buscándolo y nunca, nunca apareció”.
En septiembre se
publicó la noticia de que había aparecido el cadáver del locutor Guilló, pero
la familia confirmó que no era cierto. Este hecho ocurrió después que la esposa
del desaparecido publicó una carta con un llamado a los secuestradores de su
esposo, para que le perdonaran la vida y se compadecieran del sufrimiento de
ella y sus tres hijos. “No lo maten por favor, déjenlo vivo, nosotros lo
necesitamos”, fue el
dramático llamado de la esposa de la víctima.
Días después dos
hombres visitaron la casa de la familia Guilló. Uno de ellos “era aquel que
le decían ‘Huevo Loco’, este Córdoba Molina”. Este había sido policía, pero ya no pertenecía a los
cuadros de la institución; sin embargo, se decía que colaboraba “bajo de
agua” con la misma. El visitante dijo que “él sabía que en la casa
escondíamos personas”. Luego de varias preguntas, Córdoba Molina y su acompañante
se retiraron.
La familia Guilló
conoció rumores que indicaban que habían encontrado a José e incluso recibieron
noticias sobre la aparición de su cadáver y posterior autopsia. Sin embargo, no lograron esclarecer
la veracidad de estas informaciones.
Durante
los años que siguieron al hecho, la esposa de José Guilló luchó por conocer su
paradero e integró en 1967 la primera organización de familiares de
desaparecidos.
“Yo moví cielo y tierra
… Cada persona que le desaparecían a sus parientes la llamábamos para que nos
uniéramos. Participamos con una manta el 1 de mayo y nuestra manta decía:
‘Familiares de las Víctimas de la Represión’. Yo hablé en la Concha Acústica [del parque
Centenario] ese 1968. Y hubiera sido capaz de todo por saber de Pepe. Esos
años fueron terribles. Los desaparecidos de esos años son incontables, todos
los días llevaban muertos al hospital”.
La desaparición de
Guilló, además del dolor y la angustia que generó en su familia, tuvo otro tipo
de consecuencias negativas: en el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social
(IGSS) su señora no podía reclamar las prestaciones sin la prueba de la muerte
de su esposo, con el agravante de que después de tres meses se perdía el
derecho a las mismas; la casa que habitaban pertenecía al Instituto Nacional de
Vivienda (INVI) que debían continuar pagando sin el apoyo del padre de familia;
el salario devengado hasta su desaparición estuvo retenido, puesto que el
Ministerio de Hacienda tenía en estudio el caso. En fin, “en todos lados me
piden un poder firmado por mi esposo, como que de viaje se hubiera ido”.
Ante
la imposibilidad de localizar a su cónyuge desaparecido, la señora tramitó ante
el juez competente la declaración de muerte presunta y, luego de múltiples diligencias,
logró una resolución favorable.
IV. CONCLUSIONES
Atendiendo a los
antecedentes del caso y en particular, a la militancia política de la víctima,
su función en la Pastoral Radial de la Iglesia Católica en programas de
denuncia y sensibilización, las acciones del escuadrón de la muerte Mano
Blanca, el procedimiento utilizado por los autores y la reacción de las
autoridades encargadas de investigar el crimen, la CEH ha llegado a la
convicción fundada de que José Guilló Martínez fue capturado por agentes del
Estado o por personas que contaron con su aquiescencia o autorización,
presumiblemente integrantes de la organización Mano Blanca, ocultando
posteriormente su paradero. La acción constituyó, entonces, una desaparición
forzada y, por lo tanto, una gravísima violación a los derechos humanos.
La
inexistencia de una seria investigación posterior, por parte de los agentes
estatales encargados de tal obligación, lleva además a la CEH a la convicción
de que las autoridades del Estado de Guatemala incumplieron con su deber de
investigar los hechos y sancionar a los responsables, violando el derecho a la
justicia.
Asimismo, la CEH
considera que el presente caso es ilustrativo del modus operandi e impunidad
con que operaron los grupos paramilitares de extrema derecha en su objetivo de
eliminar a aquellas personas que consideraban opositoras al régimen vigente.
Fuente: CEH, Guatemala memoria del silencio.
Senor Figueroa,
ResponderBorrarGracias por este "in memoriam" para mi tio Jose Guillo. Quiero dejarle saber que la esposa de mi tio acaba de cumplir 80 anos y gracias a Dios esta bien al igual que sus hijos. Mis primos y ella nunca olvidaron a mi tio y aun les duele mucho su dolorosa muerte.
Qué bueno que haya personas que aún lo recuerden y mantengan viva la memoria de este tipo de crímenes!
BorrarGracias por este "in memorium" para mi tio Pepe.
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