Caso ilustrativo No. 58
Bombardeos y muerte
en Santa Rosa Xeputul, Chajul
“…Siempre
que venía el Ejército, nos íbamos a escondernos en la montaña.”
I. ANTECEDENTES
La comunidad de
Santa Rosa Xeputul, Chajul, Quiché, es una de las conocidas como Comunidades de
Población en Resistencia (CPR) de la Sierra. Antes del período de agudización de la violencia, esta
comunidad estaba habitada por campesinos permanentes del lugar. Pobladores de
otros municipios también poseían tierras en esta parte de Chajul, algunos de
los cuales llegaron a ellas antes de producirse el desplazamiento que originó
el enfrentamiento armado en Quiché.
Fue en este marco
que la familia de Juan Ceto, originaria de Acul, Nebaj, se trasladó a Santa Rosa
Xeputul, para cultivar el terreno heredado de su padre, luego de la muerte de
éste en 1981. De la misma forma, la familia de su esposa Rosa Brito, de la
aldea Salquil, Nebaj, llegó a Santa Rosa Xeputul, para cultivar los terrenos
que sus padres habían adquirido. Asentados en este lugar, decidieron unir sus
vidas y formar una familia.
A
partir de 1985, debido al desplazamiento interno masivo que en esa década
experimentó la región, muchos pobladores permanentes de Santa Rosa Xeputul
debieron acoger a los desplazados que iban llegando paulatinamente. Este
fenómeno tuvo su culminación en el último trienio de los años ochenta, cuando
miles de campesinos mayas ixiles y de otras áreas geográficas del país debieron
asentarse en las superficies habitadas por las CPR de la Sierra: Cabá, Santa
Clara y Xeputul. Fue en este trienio que sucedieron con especial intensidad las
ofensivas del Ejército contra este área de resistencia civil. Pero, como afirma
la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, estas ofensivas continuaron hasta el año 1993 e incluían:
i) acciones militares intimidatorias contra las comunidades; ii) campañas
destinadas a crear antagonismos entre las poblaciones vecinas y las CPR; iii)
atentados contra la libertad de locomoción y de comercio; iv) destrucción o
apropiación de cosechas; y v) terrenos minados.
II. LOS HECHOS
El bombardeo
El día 19 de
diciembre de 1989, a las 11 de la mañana, un avión Cessna A37 B de la Fuerza
Aérea Guatemalteca sobrevoló la comunidad Santa Rosa Xeputul de las CPR de la
Sierra. No había presencia de la guerrilla en el área. Los habitantes de la
comunidad habían dispuesto mecanismos de vigilancia, para prevenir cualquier
incursión del Ejército con elementos de infantería; pero nada estaba previsto
con respecto a los elementos aéreos.
La inesperada
llegada del avión no pudo ser advertida por la totalidad de los pobladores,
como para salir a tiempo a los lugares de refugio en las montañas.
En la casa del señor
Juan Ceto se encontraban con él su esposa de 15 años, su pequeña hija de nueve
meses y otras tres mujeres de 12, 40 y 49 años, todas ixiles. Su esposa había
salido a lavar ropa y, al volver, juntó el fuego y calentó tortillas y bebidas
para el almuerzo. La hoguera de leña despedía una visible estela de humo.
Advirtiendo la
presencia del avión las cuatro mujeres —la madre llevaba consigo a la niña—
corrieron a resguardarse tras un árbol ubicado a una cuerda de distancia de la
casa. El declarante salió, buscando refugiarse en el mismo lugar, pero ya no
cupo: “Cabal estoy en mi casa, como hay un tronco de palo, entonces me fui a
esconder abajo con mi esposa. Como tiene su ropa … su huipil y su corte rojo,
se ve más con las largavistas de la fuerza aérea … ya vi que estaba llenado
debajo del palo, entonces me retiré un poquito, unas dos varas y ahí me quedé
en el suelo. Como eran cuatro mujeres … que estaban escondidas en el palo,
entonces cabal las vieron la fuerza aérea y lo tiraron la bomba… (sic)”.
A las 11 de la
mañana la unidad aérea lanza una bomba de 500 libras: el objetivo es el hogar
de Juan Ceto. La bomba devastó dos cuerdas de superficie y provocó un hoyo de
seis metros de profundidad. El fuego de la explosión destruyó la casa del
declarante, junto con todas sus pertenencias y la milpa, y se extendió al lugar
donde se encontraban refugiadas las mujeres.
Al alejarse el
avión, el declarante volvió por ellas: “De hecho, la bomba abarcó unas dos
cuerdas, cuando estallaron fue como un barranco que hicieron. Me asustó y vi
que no está mi esposa, ya está bien llenada por tierra. Lo vi y ya no está”.
Juan
Ceto, con el auxilio de varias personas más, comienza a remover la tierra. Al
concluir, encuentran los cadáveres de las cuatro mujeres. La pequeña hija
sobrevivió al impacto de la bomba y al inmediato resquebrajamiento de la
tierra; al morir, la madre amamantaba a su pequeña:
“Las cuatro personas
ya estaban muertas. Ya solita mi hija estaba viva todavía, pero poquito nada
más. La saqué primero de allí pero sufrieron bastante porque su mamá ya no
está. Cabal está mamando mi hija cuando la fuerza aérea pegó; las esquirlas se
metieron en la espalda [de mi esposa], salieron sangre de su nariz, boca.
Cabal mi hija está mamando cuando se muere mi esposa, saliendo sangre de su
nariz y lo tomó mi hija … A mi esposa le entraron unas esquirlas en su espalda
y salieron todos [sus órganos] que tiene adentro. Se abrió su estómago y
se salieron todos. Lo vi y los metí con mis manos y los amarré a su espalda con
una pita (sic)”.
El avión siguió
sobrevolando el lugar. El descombro se hizo apresuradamente, por temor a otro
bombardeo. Juan Ceto sacó a su pequeña y aguardó hasta el retiro del aeronave.
Luego, volvió con los vecinos a rescatar a las mujeres muertas, que fueron
enterradas con rapidez en el mismo lugar donde había caído la bomba.
Después
del bombardeo en Santa Rosa Xeputul, Juan Ceto quedó con serias lesiones
físicas que, hasta la actualidad, le mantienen afectado. Además del impacto
devastador de la bomba, quedó en el ambiente un humo contaminante que Ceto
aspiró enseguida, debido a lo cerca que se produjo la explosión. Hasta hoy,
Ceto se encuentra atemorizado, igual que otros pobladores del lugar:
“[Después de la
explosión] tal vez se paró el humo como media hora encima … cuando me
levanté rápido, seguramente me tomé los humos o los humos me tomaron y salió en
la sangre … cuando cayó [la bomba] lo que yo siento tal vez es que no
soy cristiano, que soy puro loco, como animal, ya no soy como cristiano, y ya
no podemos hablar del susto pues … quedamos afectados por el bombardeo … cada
tres meses … sale sangre de mis narices, a veces de mis orejas, hasta mi vista [a
una distancia de] 75 o 100 cuerdas ya no vi si es persona o animal que esta
allí … Además cuando hay lluvias, veranos, ya no aguantás a trabajar, sólo unas
dos o tres horas aguantás … Ya no pasa el dolor de cabeza, sólo tengo calentura
día y noche, ya no se pasa … Ahora me mantengo enfermo por todo lo que yo vi …
me duele la cabeza todos los días”.
En Santa Rosa
Xeputul murieron cuatro civiles inermes. Otros dos fallecieron ese mismo día en
Chaxá, caserío cercano a Santa Rosa Xeputul, a causa de otra bomba arrojada por
el avión Cessna A37B.
La huida
La niña de nueve
meses quedó afectada por la explosión y por el humo de la bomba que aspiró al
momento del estallido. El humo le provocó secreciones oscuras por las vías
nasales y en la orina: “…como tomó los humos y salieron en sus narices puro
humo negro, cuando orina, puro humo … Siempre la curaron pero como ya no tiene
fuerzas, ya está afectada…”
Ante la muerte de la
madre, los problemas se multiplican y Juan Ceto debe pedir ayuda a otras mamás:
“…Sólo a pedir a algunas mujeres que tenían sus nenes, sólo a dar un poquito
de leche cada una. Pero sólo por un momento nada más, no para toda la vida …
Después creció otro poquito y tiene que dar un poco de jugo de caña y sólo eso
es lo que tomó pero no aguanta, por el hambre o por la bomba que le dañaron…”
Tres días después
del bombardeo el Ejército incursionó de nuevo en Santa Rosa Xeputul, esta vez
por tierra, lo que obligó a los habitantes de la comunidad a refugiarse en las
montañas. Como la incursión se prolongaba, con el fin evidente de acosar y
desarticular las CPR, los pobladores se fueron adentrando cada vez más en la
montaña, sin poder regresar al lugar donde tenían sus cultivos para la
sobrevivencia. Debieron caminar un día, antes de encontrar un sitio apto para
sembrar una vez más e instalarse allí. El lugar se llama Batzcanova. Al poco
tiempo, efectivos del Ejército llegaron allí y destruyeron sus cultivos. Esta
situación, que se repitió, dejó a la gente sin los alimentos necesarios para la
subsistencia. Según un testigo, en las campañas psicológicas que acompañaban
las incursiones del Ejército, los militares se identificaban como miembros de
la Guardia de Honor.
En el curso de estas
incursiones y las consiguientes huidas, que se prolongaron por más de ocho
meses, la salud de la pequeña hija de Juan Ceto empeoró. Falleció seis meses
después del bombardeo en que perdió la vida su madre, a causa de la falta de
alimentos y de no ser amamantada. “[mi hija] sólo aguantó seis meses, por el
hambre, pues … Como ya no se come nada, además como están los ejércitos allí
cortando las milpas y no hay qué comer … hay sólo güisquiles o caña … malanga
pero mi niña no come, como no está acostumbrada de esto, sólo quiere mamar
pues…”
Finalmente,
los soldados dejaron de rastrear en la montaña. Cuando se retiró el
destacamento militar, compuesto por unos 125 a 150 soldados que permanecieron
alrededor de ocho meses en Santa Rosa Xeputul, los sobrevivientes se
reasentaron en su lugar de origen y reiniciaron la siembra y los cultivos para
la subsistencia.
III. CONCLUSIONES
Analizados los
antecedentes directos del caso y los datos del contexto, la CEH llegó a la
convicción de que las cuatro mujeres muertas el día 19 de diciembre de 1989 en
la comunidad Santa Rosa Xeputul fueron víctimas de violaciones del derecho a la
vida y a la integridad física por miembros del Ejército, adscritos a la Fuerza
Aérea.
Además, el ataque a
esta población civil inerme, cuando no había presencia del enemigo en el área,
carecía de objetivo militar legítimo aun si se estima que aquella población
simpatizaba con la guerrilla y, por tanto, constituyó una grave infracción al
derecho internacional humanitario cometida por una de las Partes en el
enfrentamiento armado interno, en este caso el Gobierno de Guatemala.
A la CEH le asiste,
igualmente, la convicción de que la muerte de la menor es resultado de esa
violación de derechos humanos.
La CEH considera que
el caso es un ejemplo del uso de la táctica del bombardeo contra población
civil, que sólo es legítimo aplicar contra un objetivo propiamente militar. La
acción no tiene justificación jurídica ni ética, ni siquiera en el supuesto de
que dicha población hubiera prestado apoyo político a la otra Parte.
La CEH llegó a la
conclusión de que el ataque mediante bombardeos contra los habitantes de Santa
Rosa Xeputul, junto a otros hechos, como la destrucción de cultivos y la
constante persecución a los desplazados involuntarios, que se prolongó hasta
1989, creando condiciones de vida que pudieran acarrear su muerte, evidencian
la intención del Ejército de Guatemala de destruir total o parcialmente a dicha
comunidad, lo que otorga al conjunto de estos actos un carácter genocida.
LISTADO DE LAS VÍCTIMAS
Ejecución arbitraria
Cecilia
Solís
Elena
Rivera
Juana
Solís
Juana
Solís Matom
María
Solís Matom
Pedro
Matom
Herido en atentado
María
Raymundo Rivera
Pedro
Raymundo Raymundo
Víctimas colectivas/desconocidas: 2
Fuente: CEH, Guatemala memoria del silencio.
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