Caso ilustrativo No. 7
Masacre de mujeres y
niños en el caserío La Fe
“…equivocamos
el pensamiento pensando en el respeto a las mujeres y a los patojos por parte
del Ejército…”
I. ANTECEDENTES
En 1981 la población
del caserío La Fe, aldea Pujujil II, municipio de Sololá, compuesta casi en su
totalidad por campesinos maya kaqchiquel, sufría una situación de graves
carencias materiales y de discriminación: no contaba con camino, centro de
salud, escuela, agua potable ni luz eléctrica; los campesinos no eran bien
recibidos en el hospital o el Juzgado de Sololá y cuando por temporadas se
trasladaban a la costa, su trabajo era mal remunerado. Estas circunstancias
pueden explicar que la población atendiera el mensaje del Ejército Guerrillero
de los Pobres (EGP), organización guerrillera que, en palabras de un testigo, “organizó
a la gente, [que] se involucró porque vieron que la gente no era tomada
en cuenta”. A la vez, el mismo testigo sostiene que algunas personas de la
comunidad se relacionaron con la insurgencia por temor: “Si no te organizas,
le matan a uno”.
Ese mismo año el EGP
realizó algunos sabotajes en la carretera Panamericana, cerca de la entrada al
caserío La Fe. El Ejército reaccionó acentuando su presencia en la zona; por
ejemplo, creando un nuevo destacamento en Chupol, Chichicastenango y hostilizando
a los habitantes de los caseríos situados en la orilla de la carretera. La zona
se convirtió en un escenario de guerra. El EGP estableció en La Fe un
campamento con cerca de 32 integrantes y organizó a la población en las
denominadas “Fuerzas Irregulares Locales” (FIL) y en un “Comité
Clandestino Local” (CCL), para que brindara a los combatientes apoyo
logístico, como preparar comida y lavar ropa.
El
día 28 de octubre de 1981 miembros del EGP, acompañados por integrantes de las
FIL de la aldea Pujujil, vestidos con traje típico sololateco, salieron de La
Fe y ocuparon durante algunas horas la ciudad de Sololá, la cabecera
departamental. Posteriormente, regresaron en un bus y en una camioneta que
dejaron abandonados en la carretera. Esta fue la primera incursión del EGP en
Sololá.
Con
posterioridad a la ocupación de Sololá el CCL del caserío La Fe, sobre la base
de la capacitación dada previamente por la guerrilla, instaló en cada entrada
del caserío grupos de vigilancia de cuatro a cinco personas, denominados “postas”,
con la finalidad de avisar a la población de la presencia militar y, en tal
circunstancia, darle tiempo para huir al monte. Del mismo modo, los CCL del
área orientaron a las personas que vivían cerca de la carretera, para que se trasladaran
al caserío La Fe en caso de producirse movimientos del Ejército.
II. LOS HECHOS
A las tres de la
tarde del 18 de diciembre de 1981 bajaron de varios camiones estacionados en la
carretera 150 soldados y entraron al caserío La Fe divididos en tres grupos.
Llevaban amarrado a un hombre que hacía dos semanas había estado presente en
una reunión celebrada por el EGP en una casa ubicada en una de las colinas
circundantes.
Cuando los “postas”
divisaron a los soldados, dieron la señal y los hombres huyeron al monte.
Las mujeres y los niños se quedaron en sus casas, porque el líder del CCL no
consideró necesario que salieran, pues muchas madres tenían niños pequeños y,
además, según se consideró, hasta ese momento la represión ejercida por el
Ejército se había dirigido sólo a varones.
Los soldados se
dirigieron hacia dos casas vecinas, en una de las cuales se había realizado la
reunión del EGP. Congregaron a las mujeres y niños que encontraron alrededor.
Inmediatamente, tiraron a las mujeres al suelo y comenzaron a machetear sus
cuerpos. Una de ellas fue también violada. Un niño sobreviviente atestigua: “Con
unos machetes las pegaron en la cabeza y sale su seso gritando mucho”. Después,
metieron a los niños en las casas y tiraron dentro los cuerpos de las mujeres.
Allí, ametrallaron a mujeres y niños. Otros soldados que habían ido a cortar
ramas, las colocaron alrededor de las dos casas y prendieron fuego a todo,
quemando a la gente y todas sus pertenencias. Mientras lo hacían, varias
víctimas estaban aún con vida.
Los hombres que
estaban refugiados en los cerros alrededor de La Fe escucharon los disparos y
después vieron el humo. Como a las seis y media de la tarde, cuando ya había
oscurecido, los efectivos del Ejército se retiraron.
Al día siguiente, algunos de los
hombres regresaron y encontraron los cadáveres de sus familiares, esposas,
niños y hermanas dentro de las habitaciones. Tres de éstos estaban quemados por
completo, encontrándose sólo cenizas y algunos huesos. Una cuarta habitación,
por tener láminas, no fue consumida totalmente por el fuego. Un testigo, al ver
el cadáver de su esposa, corroboró que “tenía el cráneo partido a machete y
además su cuerpo fue quemado”.
Tres niños
sobrevivieron. Uno de ellos se encontraba en un árbol cuando llegó el Ejército
y se quedó ahí escondido; hasta el día de hoy sigue traumatizado y no quiere
hablar sobre la masacre. Otro niño se refugió en un pequeño túnel abierto en el
patio de una de las viviendas. El tercer sobreviviente, una niña de apenas tres
semanas, fue hallada junto al cuerpo de su madre, pero murió poco tiempo
después, por falta de atención.
Familiares y vecinos
recogieron los restos humanos y les dieron sepultura en dos grupos, uno debajo
de cada una de las dos casas. Ahora el maíz crece encima de ellos, “se dice
que la milpa es más bonita donde están enterradas” y todavía hoy se
encuentran cenizas y huesos en la tierra de aquellas dos casas.
En
total murieron 11 mujeres y 23 niños.
III. CONCLUSIONES
La CEH, considerando
todos los antecedentes reunidos mediante testimonios directos y otras fuentes,
ha llegado a la convicción de que las 11 mujeres y los 23 niños muertos en La
Fe fueron ejecutados por efectivos del Ejército de Guatemala, constituyendo su
muerte una violación del derecho a la vida y a la integridad física y moral
cuya responsabilidad recae sobre agentes estatales.
La colaboración que
la población pudo haber prestado a la guerrilla no otorga justificación
jurídica ni ética a este crimen.
La CEH considera que
esta masacre es ilustrativa de los extremos a que condujo la identificación
como enemigo de aquella población civil que prestaba apoyo a la guerrilla. En
efecto, la alevosía con que fueron tratadas las víctimas no tiene parangón siquiera
con aquella violencia que, legítimamente, se puede utilizar en combate contra
un enemigo armado.
La CEH considera que
de la circunstancia de que todas las víctimas fueran mujeres y niños
indefensos, plenamente conocida por los autores, se desprende que el principal
objetivo concebible de esta masacre fue la eliminación de la comunidad de que
éstos formaban parte.
LISTADO DE LAS
VÍCTIMAS
Ejecución arbitraria
Alejandro
Bocel Tuy
Andrés
Chipin Ixcaya
Bartola
Pecher Panjoj
Carlos
Ixcaya Samines
Carlos
Ixcaya Samines
Diega
Pecher Panjoj
Felipe
Chipin Ixcaya
Francisca
Ixcaya Pecher
Isabela
Bocel Tuy
José
Bocel Pecher
Josefa
Tuy
Juana
Sicajau Yaxon
Julia
Quieju Samines
Juliana
Ixcaya Julajuj
Juliana
Sicajau Yaxon
Marcela
Ixcaya Sicajau
María
Ixcaya Pecher
María
Velasques Tul
Mario
Bocel Sicajau
Martina
Pecher Panjoj
Matea
Bocel Sicajau
Nicolás
Yaxon Ixcaya
Pedro
Ixcaya Pecher
Pedro
Ixcaya Pecher
Rosa
Pecher Panjoj
Rosario
Yaxon Xep
Santa
Ixcaya Pecher
Santiago
Ixcaya Samines
Santos
Samines Ajcalon
Teresa
Ixcaya Sicajau
Tomás
Bocel Tuy
Ixcayá
Pecher
Pecher
Velásquez
Yaxón
Ixcayá
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