Caso ilustrativo
No. 64
Privación de libertad, tortura, tratos crueles e inhumanos,
violación sexual, destrucción de bienes y desplazamiento forzado de Faustina
Lorenzo Cruz
“Yo vivía en Buena
Vista; a mi hijo lo mataron los soldados en Guatemala; me quemaron mi casa; me
golpearon mucho en el destacamento; me detuvieron casi dos meses y me hicieron
mucho daño; me quitaron mi tierra y por eso no quiero regresar a Guatemala.
Mejor me quedo en México. El sufrimiento ha sido mucho. Hay muchas cosas que
uno no puede terminar de contar”.
I. ANTECEDENTES
La aldea Buena Vista es una comunidad cercana a la cabecera
municipal de Santa Ana Huista, departamento de Huehuetenango, y sus habitantes
son de origen maya popti’.
Muchos de los residentes del municipio de Santa Ana Huista y San
Antonio Huista participaron en actividades comunitarias. Algunos de ellos se
integraron a la guerrilla.
En 1982 el Ejército lanzó el plan de campaña
Victoria 82 contra los frentes guerrilleros del noroccidente y norte del
país y declaró “Zona Roja” los municipios de la región Huista. Gran parte de su objetivo consistía
en eliminar, controlar y/o desarticular las bases de apoyo de la guerrilla,
siendo consideradas como tales las poblaciones de las aldeas Ojo de Agua, Buena
Vista, Pumúl, Pinalito, El Terrero, La Laguna y El Destierro, entre otras. “…El
20 de agosto de 1982, los soldados estaban quemando el pueblo [Santa Ana
Huista]; todo el mundo estaba huyendo. Ya habían quemado Buena Vista, Ojo de
Agua, El Destierro, Pinalito y Pumúl. Mucha gente corrió por ese rumbo [dirección
a México]; mi hijo se fue por otro camino para que no nos agarraran a todos
juntos. Nunca más volvió…”
El Ejército instaló tres destacamentos militares, uno en la
cabecera municipal de Jacaltenango, otro en la cabecera municipal de San
Antonio Huista y el tercero en El Tablón, aldea de San Antonio Huista. En las
cabeceras municipales de Santa Ana Huista y Concepción Huista instalaron
puestos militares temporales. Para ello, utilizaron los edificios destinados a
los centros educativos, puestos de salud y los salones comunales.
Como consecuencia de la represión indiscriminada que el Ejército
ejerció sobre la comunidad, la mayoría de los pobladores de Buena Vista se
vieron obligados a refugiarse en México: “…En el año 1982, el 21 de septiembre,
la gente ya no aguantó; el Ejército lanzó una gran ofensiva; eran muchos
batallones que iban barriendo la zona; cubrían todo lo que era Huehuetenango.
Entonces la gente ya no podía; hubo bombardeos y sacaron a toda la gente que
estaba en los lugares más empinados, corrieron todo el día en desbandada, iban
bajo el agua, caminaban en la noche, ya no había otro camino que salir para
México y, lo peor, era salir sin nada…”
En septiembre de 1982 el Ejército ocupó la
aldea Buena Vista. Faustina Lorenzo Cruz, de 54 años de edad, madre de familia,
originaria y residente de la aldea Buena Vista, se encontraba cerca de un
arroyo de la comunidad. Los efectivos militares la detuvieron y la acusaron de
colaborar con el Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP). Los soldados la
golpearon y la violaron hasta dejarla inconsciente, abandonada en el arroyo.
Antes de retirarse le echaron piedras de laja sobre el cuerpo y la dejaron
creyendo que estaba muerta. Más tarde, los habitantes de la aldea emprendieron
su búsqueda y, al cabo de unas horas, la encontraron viva y la llevaron a curar
a su casa, donde se recuperó de las lesiones recibidas.
II. LOS HECHOS
El 14 de octubre de 1982 los soldados se apoderaron otra vez de
la aldea y amenazaron de muerte a todos los vecinos. Los militares se dirigieron
a la casa de Faustina Lorenzo, a quien de nuevo acusaron de pertenecer a la
guerrilla, la capturaron, la amarraron y así la trasladaron al destacamento
militar de San Antonio Huista.
En el
destacamento militar, soldados al mando de un oficial interrogaron y torturaron
a Faustina Lorenzo Cruz: “…Cuando me capturaron, me amarraron mis brazos con
lazos y, al llegar al lugar de San Antonio Huista, me encerraron en un cuarto
del destacamento, empezaron a golpear y a quebrar mis dedos; por eso tengo un
dedo que está zafado, que se me ofende al trabajar…”
A Faustina Lorenzo Cruz le ocasionaron daños irreparables en su
integridad personal a causa de las torturas recibidas: “…Yo pensaba que ya
no iba a vivir; me quebraron mis costillas, me daban muchas patadas, me daban
golpes en todo el cuerpo. Yo ya no podía comer, porque me dolía mucho mi
pescuezo al tragar la comida. Los soldados me abrían con mucha fuerza mis
piernas; me las estiraban muy duro, como que querían desprendérmelas. Me
quemaban los brazos con unos alambres; eso daba mucho dolor; todavía tengo
señas de las quemadas. Casi como dos meses me detuvieron en ese destacamento”.
El 25 de noviembre de 1982, después de seis
semanas de constantes interrogatorios y sesiones de torturas, el jefe del
destacamento militar de San Antonio Huista decidió concederle la libertad y
declararla inocente del cargo de pertenecer a la guerrilla. Al salir del
destacamento, la víctima recibió una constancia en hoja de papel sellado número
560098, donde dice:
“…El comandante del destacamento militar de esta población, por
este medio hace constar: Que la señora FAUSTINA LORENZO CRUZ … Ella se
encontraba detenida en el destacamento militar de San Antonio Huista, pero al
haber quedado aclarada su situación, ha quedado en completa libertad y libre de
toda sospecha, por consecuencia, se suplica a las autoridades civiles y
militares guardarle las consideraciones del caso y no causarle molestias, igual
súplica se hace a los señores de las Patrullas de auto defensa civil y los
habitantes de este pueblo donde tiene su residencia…
Firma:…Comandante del destacamento militar
Santa Ana Huista.Aparece el sello respectivo del destacamento militar y el
sellodel Alcalde Municipal de Santa Ana Huista”.
III. EL DESPLAZAMIENTO HACIA EL REFUGIO EN MÉXICO
Debido al impacto que los hechos causaron a la víctima,
ésta se vio obligada a refugiarse en México para salvar la vida. Emprendió
camino en compañía de su madre, que se encontraba enferma, y de otros vecinos
de Buena Vista. Todos ellos se refugiaron en el campamento La Sombra, Ejido
Comalapa, Estado de Chiapas, México: “…Yo salí muy enferma de Buena Vista; a
mi hijo lo mataron los soldados en Guatemala; tanto sufrimiento pasó allá
conmigo; quemaron mi casa y no tenía dónde vivir. Ahora lo he pensado: ya no
quiero regresar. Hay muchas cosas que uno no puede terminar de contar. Ahora
tengo 65 años; hace como 16 años que pasó todo eso. Cuando pasó todo eso, yo
estaba en Guatemala, cuidando a mi mamá. Mi esposo ya estaba viviendo en México
y estaba muy enfermo y lo cuidaban sus hijas porque se iba a morir. Solita yo
estaba con mi mamá. Después nos venimos, porque la gente de la aldea salió
huyendo por el miedo…”
Tal como sucedió en el caso de la señora Faustina Lorenzo Cruz,
los hechos de violencia ocurridos en la aldea Buena Vista, que en ese tiempo
era la más poblada del municipio de Santa Ana Huista, fueron el detonante que
desencadenó el desplazamiento de cientos de familias a territorio mexicano, con
el único objetivo de preservar la vida, dejando abandonadas pertenencias y
propiedades, de las cuales fueron despojadas al poco tiempo: “…Nuestra
comunidad quedó como un desierto, nadie vive allí; el templo, las imágenes se
las robaron; botaron el templo, se llevaron la campana, nuestra comunidad se
convirtió en un trabajadero, no acabaron con nosotros pero sí con nuestra
siembra, nuestros animales; cada quien agarró lo que le gustaba. Tuvimos que
buscar en otro país…” “…Todos los de Buena Vista nos fuimos para el refugio. Nuestros
terrenos el Ejército se los entregó a gente de la cabecera municipal. Como
todos los terrenos de Santa Ana Huista son municipales, lo que nos daban eran
recibos de pago de la tierra; pero como quemaron nuestras casas, también se
quemaron nuestros papeles y, ahora que han pasado más de 16 años, los que los
tienen ocupados dicen que les pertenece porque los compraron…”
El
fenómeno del desplazamiento no fue exclusivo del municipio de Santa Ana Huista.
En Huehuetenango se registró un desplazamiento masivo, al menos un 80% de los
pobladores abandonaron temporalmente sus comunidades, sobre todo entre finales
de 1981 y parte de 1982: “…Los
soldados nos estaban obligando a irnos de la aldea, contaminaban nuestras
fuentes de agua, echaban en el nacimiento animales muertos, tiraban muchas
cosas sucias, no querían que tuviéramos que comer porque quemaban nuestras
casas y nuestras cosechas, y tampoco tuviéramos que tomar porque contaminaban
nuestra agua. Como ya estaba muy difícil [la situación en la aldea], emprendimos
el camino [a México] a las tres de la tarde. Nos entró la noche porque
los ancianos no podían caminar rápido; se miraba a las personas cargar a los
ancianos. No sabíamos dónde quedaba México. Cuando nos dimos cuenta ya
estabamos frente a las autoridades de México…”
En diciembre de 1982 la Comisión Mexicana de Ayuda a los Refugiados,
COMAR, informó que 56 campamentos con 36 mil refugiados guatemaltecos se
encontraban en México a lo largo de la frontera, desde Ciudad Cuauhtémoc hasta
las riberas del río Lacantún, en la aislada selva de Marqués de Comillas. En
1983 la cifra ascendió hasta 46 mil refugiados en cerca de 90 campamentos.
Oscar González, director de la COMAR, estimó que en total había unos 200 mil
refugiados guatemaltecos en México.
Las condiciones en que cruzaban los
refugiados a México eran precarias. Un médico mexicano, integrante de las
primeras brigadas que atendieron a los refugiados a su llegada a México,
señaló: “…Al llegar a territorio mexicano, eran múltiples los testimonios de
los sobrevivientes de la violencia. Hablaban de masacres, tierra arrasada,
destrucción de bienes, desapariciones, tortura, violaciones, amenazas de
muerte, lo que los obligó a tomar la decisión de abandonar Guatemala y buscar
un lugar seguro para vivir. El estado de salud general de la población al
llegar era terrible. Muchos llegaron como esqueletos. Algunos habían estado en
la selva cuatro o cinco días, pero a otros les había tocado estar entre tres y
cuatro meses. Habían estado en condiciones infrahumanas y la desnutrición era
la enfermedad más frecuente. También llegaban muchos refugiados con problemas
de paludismo, anemia, tuberculosis y otras enfermedades infecciosas,
principalmente respiratorias y estomacales. Los recién nacidos presentaban
cuadros muy avanzados de desnutrición. Los que nacían durante el desplazamiento
tenían una mortalidad del 80%…”
IV. CONCLUSIONES
La CEH, analizados los antecedentes del caso, ha llegado a la
convicción de que miembros del Ejército de Guatemala, asignados al destacamento
militar ubicado en la cabecera municipal de San Antonio Huista, detuvieron
arbitrariamente a Faustina Lorenzo Cruz por más de seis semanas y que, durante
ese tiempo, le fueron aplicadas torturas físicas y psicológicas, lo cual
constituyó una clara violación al derecho a la libertad y a la integridad
personal de la víctima.
La CEH estima, que el caso es ilustrativo de las prácticas de
extrema crueldad utilizadas por el Ejército cuando sospechaba que algún miembro
de la población colaboraba con la guerrilla.
Asimismo, la CEH está convencida del carácter forzado del
desplazamiento a que se vieron sometidos los habitantes de las aldeas y
municipios del departamento de Huehuetenango, particularmente del municipio de
Santa Ana Huista, lo cual constituye una clara violación del derecho de circulación
y residencia.
De igual forma, el caso ilustra el impacto que las campañas
contrainsurgentes aplicadas de manera indiscriminada por el Ejército causaba en
la población civil, la cual se vio obligada a desplazarse y buscar refugio en
otro país, para salvar su vida, viéndose sometida, durante su desplazamiento, a
condiciones de existencia infrahumanas que pusieron en peligro su vida e
integridad física.
Finalmente, la constancia de libertad extendida en papel sellado
debidamente numerado, firmada por el comandante del destacamento militar del
municipio Santa Ana Huista y sellada por la municipalidad de dicho municipio,
ilustra la subordinación a que estaban sometidas las autoridades civiles,
respecto a las militares.
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